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Educación, Otra Oportunidad
Por: Bibián Ordáz Llánes
Hace unos días el presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) de la Cámara de Diputados, Mario Delgado informó que las Comisiones de Educación y el Senado convocaron a las audiencias públicas para intercambiar puntos de vista en torno las leyes secundarias de la reforma educativa aprobada a principios del pasado mes de mayo.
En nuestro país el tema educativo se ha sometido con demasiada frecuencia a revisiones. Vista desde una perspectiva de mediano plazo, algunos aspectos de la política educativa no parecen cambiar demasiado.
No es la primera vez que inicia un nuevo sexenio con la promesa de una reforma educativa definitiva. De hecho, un rasgo distintivo de los últimos sexenios, desde Ernesto Zedillo hasta López Obrador, ha sido el anunciar distintos tipos de reformas o programas de modernización educativa.
Sin embargo, estos esfuerzos rara vez han partido de un diagnóstico riguroso y, una vez puestos en marcha, rara vez se ha hecho una evaluación cuidadosa del impacto de todas estas reformas antes de echarlas atrás o reforzarlas.
Esta nueva reforma, como las anteriores, ofrece la posibilidad de evaluar nuestro sistema educativo, no exclusivamente a partir de los resultados del proceso y la calidad del producto, sino abarcando también sus finalidades y su capacidad para forjar un futuro pleno para todos.
Hoy, a través de las leyes secundarias de la reforma educativa se presenta la oportunidad de elevar en verdad la calidad de la educación en este país. Tal calidad no se reduce al contenido de los programas, sino que concierne a toda la complejidad de los contenidos educativos: saberes, valores, actitudes y destrezas que se proponen a los alumnos para ser aprendidas.
México enfrenta la necesidad de definir un modelo educativo capaz de promover el cambio estructural del sistema económico, para hacerlo más competitivo. Se requiere una orientación del sistema de educación a partir del papel que a futuro deseamos como.
Esto dará un mejor perfil y responderá a las demandas del nuevo mundo, la cultura globalizada, la competitividad como nación y, sobre todo, a un ser humano más pleno. Es indispensable disponer de un marco jurídico que incluya acciones que promueva y eleve al ser humano y que responda a una realidad concreta en el tiempo, pero no cualquier modelo, sino uno que incluya la formación de personas, que transmita conocimientos y cultura, que promueva y forje un futuro mejor para todos.
La globalización que vivimos exige una actualización de la política educativa que mejore el desempeño de nuestro sistema. Sin menoscabo de otras restricciones y retos, convendría pensar en las etapas o condiciones necesarias para un efectivo desarrollo acorde con los tiempos.
Existe la necesidad de un modelo que nos inserte eficazmente en la economía mundial y que al mismo tiempo nos preserve en los valores de carácter permanente que nos distinguen como mexicanos. Un modelo que privilegie la actualización de las potencias de la persona humana y que le desarrolle en su dimensión social.
Ojalá que en estos foros para se escuchen y en verdad se consideren las opiniones de padres y madres de familia, de los verdaderos profesores y de todos quienes quieren un mejor futuro para todos, y que se deje de lado a las voces que bloquean el verdadero trabajo legislativo.