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Un flagelo más

Seguramente hemos escuchado de primera mano o a través de las pláticas con los amigos, historias que versan sobre el acoso a través de las redes sociales. Y no es otra cosa que burlas y vejaciones que se dan porque “alguien” posteó sin el consentimiento de la víctima imágenes o videos en donde se compromete su intimidad.

El ciberacoso o ciberbullying es un subtipo de bullying indirecto que se lleva a cabo a través de las redes sociales y las nuevas tecnologías. Como en todo tipo de acoso escolar, este tipo de interacción se basa en la emisión de una conducta de forma intencional con el objetivo de dañar o vejar a otra persona, estableciendo una relación de desigualdad entre ambos.

Sin embargo, el hecho de aplicar las nuevas tecnologías hace que estas características del acoso se vean matizadas. Mientras que la existencia de una relación de desigualdad sí se da siempre, hay que tener en cuenta que el estímulo desencadenante puede ser una foto, un comentario o un contenido que se haya publicado o emitido sin la intención de dañar a nadie, siendo el acoso derivado de una mala utilización de ésta publicación

Por ejemplo, que un amigo o la propia persona cuelgue o envíe a alguien una foto en que un compañero se ve mal puede no implicar querer humillarle, pero una tercera persona puede hacer un uso diferente al que se buscaba.

En el caso del ciberacoso, hay que tener en cuenta que lo que es publicado en internet puede ser visto por miles de personas, muchas de ellas desconocidas, y en cualquier momento, de modo que una sola situación de acoso puede tener repercusiones en numerosos intervalos temporales.

Además, la víctima tiene una sensación de indefensión mayor que en otros tipos de agresiones, puesto que a causa de las redes el ataque le puede llegar en cualquier momento y lugar, y además no sabe cuándo se va a presenciar ni por parte de quiénes va a producirse. Un agravante más es que contrario al bullying tradicional, en el ciberbullying el acosador puede ser anónimo.

El estudio actual del fenómeno del ciberbullying deja claro que hay mucho por trabajar aún, especialmente teniendo en cuenta la constante evolución de tecnología y de las redes. Además, teniendo en cuenta que las nuevas generaciones nacen en un entorno cada vez más virtualizado, las políticas preventivas que se aplican en la actualidad deberían adelantarse, pasando de realizarse en el nivel medio y dotar de nociones mínimas en la educación básica.

Del mismo modo, es necesaria una mayor formación al respecto en los sectores profesionales que traten este tipo de casos. La investigación al respecto es relativamente escasa y muy reciente, precisándose de la creación de medidas y protocolos cada vez más efectivos que puedan ayudar a acabar con este flagelo y mejorar la seguridad y la calidad de vida de la juventud.

Es necesario un enfoque psicosocial para terminar con el problema del ciberbullying. Esta es una tarea que puede ser cumplida si se dan una serie de cambios sociales y culturales, entre los que se encuentran el desarrollo de una sensibilización sobre el tema y el desarrollo de políticas y métodos de intervención escolar que prevengan este fenómeno. De lo que se trata es de no intervenir solo en víctimas y en abusadores, sino en todo el tejido social que rodea a ambos.

 

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