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Un Tlaxcalteca en Tokio

 

Es vecino de Zacatelco y el único tlaxcalteca integrado en Tokio a la delegación olímpica mexicana. Se llama Abel Vargas, es mi amigo y un referente para los escogidos a los que dispensa su amistad.

Desde que nos conocimos merced al abogado Héctor Moreno, hace algunos ayeres ya, Abelito -como le decimos- ha sido siempre él mismo: serio y formal, disciplinado y empeñoso, un ejemplo de constancia y ganas de trascender.

Por todo eso, hoy que la delegación nacional está siendo objeto de críticas debido a una raquítica cosecha de preseas, quiero reivindicar mi admiración al amigo.

Por Abel Vargas habla una trayectoria a contracorriente. De niño aprendió a boxear de la mano del padre; y pasados los años, llegó a formar un establo propio donde destacaron los hermanos Picazo.

Picando piedra y siempre cuesta arriba, entercado en formar parte del sueño olímpico desde que en 1984 vio a Raúl González cobrar el oro en la marcha de 50 kilómetros, por fin este año Abel Vargas se salió con la suya.

No asistió como atleta, sino como entrenador de gladiadores. De hecho, se convirtió en el primer entrenador de una selección olímpica oriundo de Tlaxcala.

El mérito de Abelito tiene un sabor especial porque, además, lo logró sin apoyo del Instituto del Deporte (IDET). Nos lo aclaró en charla vía Zoom, al agradecer a la memoria del padre y el apoyo incondicional de la esposa que atiende un negocio de café (el mejor de la región) en el portal de su natal Zacatelco.

Abel Vargas regresó hace un par de días. Se le ve contento, con la enjundia de siempre y la nueva riqueza personal de recuerdos acumulados en el lejano oriente.

Tiene planes para Tlaxcala, y como siempre ha hecho, estudia opciones. Una es enseñar a las mujeres a defenderse. Otra, convencer a las autoridades de que el deporte es mucho más que un hobby: un modo de vida saludable, y por lo mismo, una disciplina que excede los límites de una simple jefatura.

Abel Vargas, enseñando.

 

No sé si alguien escuchará a Abel Vargas. Los que hemos sido testigos de su batallar coincidimos en que su experiencia no debiera ser echada por la borda.

Fue el único tlaxcalteca en Tokio.

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