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Pensar y Actuar

Cuántas veces nos hemos sorprendidos al observar el comportamiento de aquella persona frente a circunstancias en que hubiésemos esperado otro tipo de actuar. Si esa persona es nuestro familiar o una amiga o amigo muy cercano, y decimos conocerlo, lo que esperamos es que actúe como dice ser. Es decir, que sea congruente.

Pero ser así, es decir vivir como se es y no como se dice ser, no es fácil.

La congruencia es la armonía y el balance que existe entre nuestros pensamientos, acciones y emociones; donde nuestras acciones son un reflejo de nuestros pensamientos y emociones, con un elemento importante adicional de conciencia. Esta armonía comienza con una definición clara y consciente de quiénes somos, incluyendo en esa definición nuestras fortalezas y los aspectos que no tenemos todavía bajo control.

Sin embargo, nadie genera una autonomía de pensamiento y congruencia automáticamente. Es producto de un desarrollo, representa alcanzar una meta personal, es el producto de un crecimiento exitoso. El proceso progresa desde la infancia a la edad adulta, de la dependencia a la independencia y subsecuentemente a la interdependencia, del respaldo externo al propio respaldo, de la no responsabilidad a la responsabilidad.

Este es el proceso de individualización y congruencia. En ese proceso de crecimiento el obtener la madurez física es lo menos complicado. La madurez intelectual, psicológica y espiritual, donde podemos demostrar una congruencia, es otra cosa, especialmente cuando ese proceso se interrumpe o se frustra por un medio ambiente que en vez de respaldar nuestro crecimiento lo obstruye.

Ejemplos no faltan de ambientes familiares que se nos presentan con ideas negativas, violencia, incertidumbre y miedo.

La elección de ejercer la conciencia, de pensar y ver el mundo a través de los propios ojos es el acto básico de congruencia, donde uno es lo que ve, percibe y acepta de uno mismo y no lo que otros definen. Esto significa poder escuchar los mensajes de otros, aunque siempre analizándolos sin aceptarlos como evidentes.

La práctica de la congruencia es la expresión de haber alcanzado exitosamente nuestra madurez adulta, nuestra individualización, lo que también significa la manera de definir nuestra identidad transformando nuestro potencial en actuación. Quien sea puede entenderse en función de lo que está dispuesto a responsabilizarse: nuestras emociones, pensamientos y acciones.

La congruencia se refiere también a autorregulación, control y dirección interna, en vez de autoridades externas. La congruencia no debe interpretarse como autosuficiencia en el sentido absoluto. No significa que uno viva fuera de un contexto social donde la interdependencia es necesaria.

Tampoco es la congruencia vista como la negación del hecho que constantemente aprendemos de otros y en la que claramente nos beneficiamos de nuestras metas. Sin embargo, la congruencia no debe interpretarse como autosuficiencia en el sentido absoluto. No significa que uno viva fuera de un contexto social donde la interdependencia es necesaria.

Tampoco es la congruencia vista como la negación del hecho que constantemente aprendemos de otros y en la que claramente nos beneficiamos de nuestras metas. Sin embargo, la congruencia es por su naturaleza un acto privado. Somos individuos con perspectivas únicas; nadie puede pensar y sentir por nosotros; nadie puede darle significado a nuestra vida sino nosotros mismos.

Somos responsables de nuestras acciones, emociones y pensamientos y, por lo tanto, nos responsabilizamos de las consecuencias de estos tres elementos. Somos responsable de cómo manejamos a otros individuos y no podemos alegar que alguien nos hizo comportarnos así. La práctica de la congruencia implica la disposición de hacernos responsables de los valores por medio de los cuales conducimos nuestra vida. Por tanto pesamos, cada uno, por nosotros mismos y actuamos basado en el juicio propio.

Así como necesitamos saber de qué debemos ser responsable, también necesitamos saber de qué no somos responsables. Necesitamos saber nuestras limitaciones personales que son parte de nuestra identidad. En lo individual, soy responsable de mis pensamientos, emociones y acciones, pero de nada más.

Puedo influenciar, pero no puedo controlar la mente de otros. No puedo determinar lo que otros piensen, sientan o hagan. Si me hago responsable de cosas que están más allá de mi control, pondré a mi autoestima en peligro, ya que inevitablemente fallaré mis propias expectativas.

Así como aprendemos que no tenemos control sobre otros y sus vidas, tenemos que entender que el control sobre nuestros pensamientos, acciones y sentimientos no es ilimitado. Congruencia y libertad de elección no significan omnipotencia. A veces nos vemos afectados por fuerzas políticas, sociales o del medio ambiente que no escogemos, sólo podemos escoger el modo en que respondemos frente a ellas.

Así como la congruencia es una manera de conducirse, que eventualmente se convierte en un estilo de vida en donde la conciencia es un factor esencial, es también un método que nos permite mantener una posición armónica con la definición que tenemos de nosotros mismos.

Recuerden que:

“Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil”.
-Goethe

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