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El Viacrucis de la Venus (con Final Feliz)

 

En las horas previas sus amigos Shirley y Ces pusieron a Venus, una imponente Pitbull Blue de dos años, un listón rosa en derredor del tórax. Una especie de cábala para la buena suerte.

El parto era inminente. Y en efecto, hacia las 10:30 horas de la mañana del miércoles por fin se le rompió la fuente. A partir de entonces, tres mujeres se vieron atrapadas en un angustiante torbellino de vida o muerte.

“Por lo que había leído en internet, yo esperaba que se pusiera inquieta. Pero no fue así; solamente me miraba a los ojos, demasiado tranquila. Sentí que algo no iba bien; esa fue la primera señal de alarma”, narra la fotógrafa en Código y egresada de Ingeniería Financiera por la UPT-Zacatelco.

Pasado el mediodía, Venus subió los escalones en dirección al techo de la oficina. “Siempre sube allá para hacer popó, nunca hace sus necesidades en ningún otro lugar”, explica la amiga de la canis lupus. Sin embargo, a mitad de la escalera expulsó un pequeño bulto oscuro: un bebé muerto. Luego, inesperadamente la pitbull se echó a dormir.

Definitivamente algo iba mal, muy mal. Transcurrida la tarde nada cambiaría.

Tampoco al paso de las horas lentas de la noche. Cuando amaneció el jueves, Shirley había entrado en pánico. Acomodó a Venus en su nido, cruzó la calle y pidió auxilio a un primer partero: al postrer ángel de la guardia de esta historia con final feliz. Es el dueño de Pegui, domiciliado en Zitlalpopócatl 7, a escasos pasos de la avenida Juárez.

Fachada de Pegui.

 

El buen hombre puso a Venus una inyección de hormonas para facilitar el parto; y por carecer de equipo, recomendó atender a la parturienta en alguna clínica equipada al fin de identificar el problema. Ces, el novio de Shirley, se había ido a trabajar desde muy temprano; así que la joven llamó a una hermana suya, Sharon, y a la suegra. Necesitaba ayuda. Y urgente.

PEREGRINAJE

Sirviéndose de una cobija como camilla, las tres mujeres subieron como dios les dio a entender, a la parturienta al coche, e iniciaron sin saberlo un viacrucis de varias horas. Primero marcaron al cel de un amigo veterinario de Chiautempan, pero como andaba en un municipio lejano, les recomendó a un colega. De entrada, el tercer veterinario reclamó un depósito de 500 pesos; luego les dijo a las desesperadas que en ese momento no tenía anestesia, así que las reenvió a un hospital de especialidades perrunas.

Fachada de GarSa.

 

Cuando estacionaron ante la fachada del Hospital Veterinario de Espacialidades GarSa, Venus jadeaba constantemente. Irrumpieron en la recepción atendida por una señorita que les pidió esperar. Mientras lo hacían, informó que la operación de cesárea costaría, según el grado de dificultad, entre 4,500 y 5,500 pesos.

-¿El ultrasonido? -preguntaron.

-Solamente el ultrasonido, 500 pesos.

Logos de la UNAM y la UAM en la factura.

 

Una vez en el consultorio, el veterinario untó a Venus un gel en la panza, sobre la cual colocó un detector. Luego, tras mirar la pantalla de una computadora conectada al sensor, les dio otra pésima noticia: sólo dos corazones palpitaban aún, uno muy débilmente. Los demás nonatos estaban ya muertos. Con aire profesional, el galeno agregó que urgía la cesárea si querían salvar al menos a uno de los hijos de Venus.

Al cabo el veterinario rectificó a la recepcionista: sumados los materiales, el costo total de la operación ascendería hasta 7,500 pesos.

Un baño de agua helada, pues no disponían de tal suma. Las mujeres cubrieron el costo del ultrasonido, colocaron a la canis en la cobija y volvieron a subirla al coche.

Opiniones de clientes.

 

HAPPY END

Sin opciones y casi perdida la esperanza, las amigas de Venus regresaron a la calle Zitlalpopócatl, donde estacionaron el auto frente a la puerta de Pegui. Agotadas, próximas a la histeria suplicaron al dueño hacer lo posible por salvarla. Habían transcurrido 24 horas desde que se le había roto la bolsa. Entonces, en el momento más oscuro del viacrucis, ocurrió el milagro.

Sabiduría de ángel de la guarda.

 

El ángel de la guarda de Venus pidió a Shirley asegurar con sus piernas la cabeza de la perraza, mientras él manipulaba la vulva. Sin más equipo que sus manos expertas y su corazón de oro, el partero maniobró con delicadeza, jaló y jaló hasta que, por fin, extrajo un bebé vivo. Las mujeres rompieron en llanto, transidas de felicidad.

Primer milagro.

 

El ángel de Venus explicó a las llorosas mujeres que el cachorrito venía al revés, taponando el conducto de vida. Pronosticó que otros hijos nacerían sin problema y les recomendó regresar a Venus a su nido, donde estaría más tranquila. Una vez allí, la perraza entró en un estado de éxtasis: no dejaba de mirar y lamer el bebé milagroso.

Multiplicación del milagro.

 

Después casi todo sería miel sobre hojuelas. Al ritmo de un cachorro cada dos horas vieron la luz cinco más en perfecto estado de salud.

Venus con su prole de seis.

El último bebé salió del cuerpo de Venus 36 horas  después de romperse la bolsa. Lo enterramos en el bosquecillo donde descansan -al pie de árboles- las y los canis lupus que nos siguen enseñando a apreciar la magia de la vida con renovada esperanza.

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