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Corichi Style Gardening: ‘Si no las Dejan Secar ¡pos se Acaba el Negocio!’

Desolados, los Recién Renovados Jardines de las Plazas Juárez y Xicohténcatl

FOTOS Antonieta Durán

 

A escasas semanas de su enésima renovación, dos de los principales jardines de la ciudad de Tlaxcala: las plazas Xicohténcatl y Juárez, agonizan por la falta de agua y de una debida atención.

Tal negligencia significa pérdidas posiblemente millonarias para la comuna que encabeza el alcalde morenista Jorge Corichi. Literalmente es dinero tirado a la basura, y podría ser mucho.

 

Un medio de comunicación reportó hace días que tan solo en el zócalo capitalino, la autoridad municipal habría invertido esta vez entre 2 y 3 millones de pesos.

Con el dato en mente y la advertencia de un paseante que sugirió asomarnos a la contigua plaza Xicohténcatl, los reporteros decidimos echar un vistazo más de cerca.

Esto es lo que encontramos.

EL ZÓCALO

Renovados los jardines con plantas en floración, reaparecieron en el espacioso zócalo capitalino las ardillas que alborozan el espíritu de niños y visitantes.

En torno a la talla del nombre de la ciudad, apiñadas florecillas aportan un toque de alegría multicolor a las letras de Tlaxcala. Sin embargo, más allá, en la jardinera que da a la puerta principal de Palacio de Gobierno, un campo de lavandas exuda un aire ciertamente salvaje…

 

Caminando los andadores, confirmamos una primera impresión: pareciera que plantas y pinos fueron distribuidos al ai se va, sin orden ni concierto. Ciertamente no luce como un jardín japonés.

Del lado del hotel San Francisco, una señora y un jovencito están arrancando maleza.

-Deberían dejar ese maíz, siempre engalana los jardines -sugiero al despedirnos.

Definitivamente sembraron las plantas donde las fueron descargando, concluimos.

Entonces nos enfilamos hacia el jardín contiguo.

PLAZA XICOHTÉNCATL

Apenas cruzar la calle que sube hacia el empedrado, advertimos el primer desastre: una morgue de yerbas ralas, alicaídas y rotas.

 

Sentimos estar entrando a una zona de guerra.

Lo que hace pocas semanas era un jardín prometedor, asemeja hoy un basurero. Plantas dolientes que claman por unas pocas gotas de agua ante al paso indiferente de los transeúntes.

 

En medio de la plaza, la estatua del héroe indomable se eleva sobre un pedestal de lirios amontonados y resecos.

 

La misma imagen desolada en las jardineras próximas a la cuesta de San Francisco y la calle Independencia.

Admirados de tanta y tan notoria indolencia, reencaminamos los pasos hacia la presidencia municipal en busca de respuestas.

 

PRESIDENCIA MUNICIPAL

Apenas traspasar el zaguán que conduce al primer patio, damos de bruces con la Fuente de las Flores.

Mala señal: esa misma fuente que en pasadas administraciones se significó por ofrecer a los visitantes una bienvenida colorida y ocasionalmente perfumada, presume ahora la agonía de un puñado de helechos que la asemejan a un pote de basura.

 

Intrigados por tal desprecio hacia las formas que son fondo, nos preguntamos por qué nadie las regará ni un poco siquiera, habiendo tantos empleados en el ayuntamiento.

-¿Sabes cuánto costó la última renovación de las jardineras de la plaza Xicohténcatl? -preguntamos al joven que nos atiende amablemente en una de las oficinas de la planta baja.

-La verdad, no. Todo eso está a cargo de Servicios Municipales. La oficina está en La Loma -nos orienta.

-¿Y recuerdas cuántas veces han cambiado las plantas de la Xicohténcatl desde que Corichi es presidente? -insisto.

-De verdad no recuerdo -apunta no sin suspicacia.

PLAZA JUÁREZ

¿Por qué dejar morir a las plantas? -nos preguntamos a la altura de San José, de camino hacia la plaza Juárez.

 

Lo que allí nos espera es asimismo desconsolador. Un basural al pie del benemérito, y en el nicho abierto en el pedestal de la estatua, un brasier de color rosa.

Por todas partes, áreas enteras de pinos muertos, como devastados con lanzafuegos. En los bordes de las jardineras, arrayanes moribundos.

 

-¿Eres el jardinero? -pregunto a un indigente semidesnudo.

-No, por ahí debe de andar.

-Amigo, ¿sabes cómo se llaman esos pinos?

-No. Tengo entendido que los traen de La Malinche -comparte.

 

Entristecidos por tanta mortandad, buscamos refugio con el amigo José, bolero del congreso local.

Charlamos sobre el asunto mientras bolea a un caballero. Nos muestra una planta de hojas puntiagudas que languidece de sed a unos pasos de la silla de bolear. Culpa al jardinero que nunca está y sería “un pendejo” que ni idea tiene de las necesidades de las plantas.

 

Es temprano, aunque ya cala el sol. Así que nos metemos al Palacio Legislativo, donde tomamos asiento en el área de espera.

Mientras hacemos tiempo en espera del inicio de la sesión, se nos acerca uno que escuchó nuestras lamentaciones.

 

“Si no las dejan que se sequen, ¡pos se les acaba el negocio!” -aventura una hipótesis.

-Si no puede con tres jardines, ¿qué estará haciendo con la presidencia? ¿Hay ganadores?

-¡Investiguen quienes se benefician! -nos reta con intuición reporteril.

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