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Aunque siempre debe prevalecer la voluntad de las mayorías,
para ser justa esa voluntad debe ser razonable.
Thomas Jefferson
En alguna parte leí que con Andrés Manuel López Obrador llegó al poder la versión de la historia de México propalada en el Libro de Texto obligatorio y gratuito. Es una historia “oficial”, esto es una politizada y ultranacionalista que difiere en gran medida de la narrada por historiadores extranjeros sobre nuestra nación. Un mensaje de Susana Rodríguez Ramírez, senadora de MORENA, confirma la perspicaz observación.
La senadora grabó un video el 14 de marzo con motivo de la Conquista. Me gustó que hable allí de Conquista y no del edulcorado y mendaz eufemismo “encuentro de dos mundos”. Mas la parte que dio pie a notas en todos los diarios es de veras delirante; ningún calificativo describe mejor la tesis de la teatrera becada por la fundación Rockefeller, relativa a una “dieta violenta” implantada por los conquistadores a través… del taco de carnitas.
“Pero también nos trajeron una dieta violenta. Esa conquista se consumó el 13 de agosto de 1521 con la caída de la gran Tenochtitlan; que además, fue el primer día en que se comieron tacos de carnitas en este país. Los españoles traían los cerdos y los mexicanos pusieron las tortillas”, se le oye decir en el videoclip. Enseguida, la improvisada cronista nos advierte a sus compatriotas: “Recuerda que cada vez que comas tacos de carnitas, estás festejando la caída de la gran Tenochtitlán”.
A mí se me atragantaron los de pastor que, créalo o no el lector, estaba comiendo cuando di de bruces con la noticia. Fue un atragantamiento risueño, debo decir. Luego, pensando en el incidente he llegado a preguntarme si por mal mexicano pude permanecer indiferente a esa casi maldición, al latigazo moral de la compatriota indigenista.
No sé qué me resulta más chocante del videoclip en el que Susana habla de “fanáticos y asesinos que vinieron a depredar nuestro territorio y nuestra cultura”, si la fantasiosa identificación de la artista mestiza con los mexicas avasallados por los europeos en el siglo XVI o el teatral claroscuro entre españoles homicidas y pacíficos aborígenes casi casi grecorromanos. Esa frase consagrada la repiten muchos mexicanos. Lo que se dice un lugar común. ¿Es cierta?
¿Poseían hacia 1521 los aztecas el territorio arrebatado por los mexicanos a España? No. El territorio controlado por los aztecas en el siglo XVI representa sólo una parte del actual México (más reducida aun en 1821). De hecho, los mexicanos debemos a los conquistadores españoles y no a los aztecas la unificación a sangre y fuego de la región de Mesoamérica que al cabo llamaron Nueva España y hoy llamamos México.
¿Y que hay de “nuestra cultura” prehispánica? Susana postula otra idea delirante de nuestra historia oficial, a saber, que la cultura azteca sobrevivió a la terrible conquista. ¿Es así? Nuevamente la respuesta debe ser un rotundo no –y poco cambia esto si Susana se viste con huipil como en el video y seguimos comiendo tortillas. La mitología indigenista queda exhibida porque Susana habla una lengua europea y no nahua; porque su nombre y sus apellidos tampoco son prehispánicos; y porque el pueblo mexicano cree en un dios judío y no en Huitzilopochtli. Eso para no hablar del derecho y las instituciones romanas, las universidades segregadas por las catedrales medievales, el arte, la ciencia y muchos rasgos más que son únicos de la civilización occidental.
Pero ¿y los tacos? ¿Será cierto lo que dice la mestiza Susana, que se comieron por primera vez en México al culminar los españoles la conquista de Tenochtitlán? Yo estoy en que tal acontecimiento de los primeros tacos de cerdo pudo suceder antes, en Veracruz o en la cuna de las tortillas, Tlaxcala. ¿Por qué no? ¿Por qué se reservarían Cortés y sus huestes la taquiza hasta consumar la conquista de Tenochtitlán?
Como sea se me antoja más verosímil la hipótesis de que los primeros tacos mexicanos fueron antropófagos y que su consumo precedió en mucho el arribo de Cortés a Veracruz. Lo deduzco de la obra monumental de Sahagún, un precursor insuperable de la moderna etnología.
La Historia general de Bernardino (reconfirmada grosso modo por los restantes testimonios) cuenta que Tenochtitlán celebraba unos 200 días del año matanzas de infelices comprados en el mercado o atrapados en combate real o simbólico (“guerra florida”). El ofrendador de sangre ajena amarraba la víctima a un palo en el patio de su casa, la hacía engordar hasta el sacrificio y llegada la fecha, acompañado de sus familiares del calpulli, la llevaba al pie de la pirámide correspondiente. Una vez arriba, el sacerdote asesinaba y descuartizaba al aterrado infeliz, retenía para sí la cabeza y otras partes y devolvía el resto del cuerpo a las familias que en procesión volvían al barrio, donde degustaban una gran comilona. Yo estoy en que de ahí vienen los muy mexicanos tacos y tamales…
Luego, ¿puede haber dieta más agresiva que comerse al prójimo como estilaban los prehispánicos; o, según piensa Susana, es más violenta aun la cocina española basada en el cerdo? Cuestión de opiniones y de gustos.
Lo que está fuera de duda es que ni la cultura prehispánica es la de los actuales mexicanos ni la mestiza Susana desciende en línea recta de los aztecas como podría creer alguien en base a la apasionada reivindicación que hace de “la gran Tenochtitlán” (que ni siquiera sabía explotar la rueda ni aprovechar la metalurgia, y carecía de alfabeto en pleno Renacimiento europeo).

La ciencia y la verdad languidecen siempre que el estudio del pasado se extravía en el interés político. Rescatar la historia de México del nacionalismo y de las facciones partidistas ayudaría a restablecer la verdad hoy irreconocible detrás de tantas capas de maquillaje patrio.
COHETERÍA
RELIGIOSIDAD El punto es entender cómo nos marcó la Conquista. En materia de fe religiosa fue ciertamente algo alucinante, nunca antes visto. Al respecto sobra razón a Susana Rodríguez. En efecto, la iglesia de la Contrarreforma española cumplió en Latinoamérica la anti-proeza de cambiar de religión a millones de aborígenes en el plazo increíble de una sola generación.
¿Que cómo lograron hacer católicos a los indígenas prehispánicos? Básicamente, rociándoles agua bendita y declamando palabras ininteligibles en latín sobre el trasfondo amenazante de espadas, hogueras, horcas y sillas de garrote. La pregunta es: ¿qué tipo de religiosidad se puede obtener mediante la coacción?
UN EXTRAÑO FENÓMENO Algo sabía ya cuando en 1995 fui autorizado por Karmele, una cubana que confió haber sido “pionerita” de Fidel Castro, para esculcar el Archivo Histórico de la Universidad Autónoma de Puebla. Mas lo hallado en el laberíntico edificio que los poblanos llaman El Carolo superó toda expectativa. De cinco carreras investigadas con un académico del SNI (Economía, Antropología, Filosofía, Derecho y Psicología), hallamos al reconstruir la serie histórica de planes de estudio que entre 60% (el mínimo, en Psicología) y 90% (el máximo, Economía) de lecturas obligatorias eran de tendencia marxista ortodoxa.

La revisión abarcó el periodo que va del origen de la moderna universidad en tiempos de Vicente Lombardo Toledano, un “lobito” de la manada de Fidel Velázquez que a la sazón era agente del naciente imperio soviético y simultáneamente enseñaba en la Universidad pre-autónoma de Puebla, en cuya escuela de Derecho impartió en los años 30’s la primera cátedra de Materialismo Histórico de que haya noticia en una universidad mexicana; hasta 1985, cuando el programa de la licenciatura en Economía establecía como objetivo general “la formación de embriones revolucionarios”. El seguimiento pudo constatar que la expansión del marxismo en sus variantes leninista, estalinista, maoísta y castrista comenzó en Puebla con el movimiento de reforma que, bajo el influjo del naciente gobierno de los hermanos Castro Ruz, hizo rector a Julio Glockner.
Esa extraña anomalía cultural (la implantación de la propaganda doctrinal de los totalitarismos soviético y maoísta como enfoque académico y escolar predominante en México) enraizó durante el siglo XX en todo el monopolio educativo gubernamental. Un precedente fue la reforma constitucional de Lázaro Cárdenas que autorizó una “educación socialista”; y un consecuente, el anuncio del presidente López Portillo, hacia 1980, de basar en el Materialismo Histórico el enfoque del Libro de Texto de lectura obligatoria para los mexicanos y redacta el propio Gobierno.
Así las cosas, es una doble desgracia que los intelectuales y académicos mexicanos hayan soslayado tan extraño fenómeno cultural, marcadamente opuesto a la cultura democrática, la crítica indispensable a toda ciencia y la libertad de pensamiento que es savia del quehacer académico genuino.

Latinoamérica experimentaba a comienzos de los 60’s la toma del poder en Cuba por los hermanos Castro Ruz y la fallida invasión de Cochinos por opositores a Batista que -agrupados en la Legión de Acción Revolucionaria (LAR) y la Acción Católica Universitaria (ACU)- se opusieron inútilmente al curso anti democrático del castrismo. La crisis de los cohetes del año siguiente confirmó que el imperio soviético, ensanchado a partir de 1945 en Europa oriental, Asia, África y el Medio Oriente, contaba con una cabeza de playa también en América. En respuesta a los “gusanos de Miami” (demócratas en el exilio que intentaron reeditar el desembarco legendario de los Castro Ruz, ahora contra el nuevo dictador en ciernes), el nuevo satélite de la URSS eligió amagar a todo el continente americano con un holocausto nuclear. En tal contexto fue que avanzó la uniformización de la educación mexicana en torno al marxismo, a la sazón ideología oficial de la URSS y sus satélites europeos, China, Norcorea y naturalmente de Cuba. Obsta decir que dicho fenómeno uniformador implicó una orientación sesgada en favor del polo totalitario y contraria a la “democracia burguesa” y las libertades personales.
Tal homogenización intelectual no fue exclusiva de la UAP, donde las purgas de universitarios encabezadas por un dirigente del PCM, el rector Luis Rivera Terrazas, contra alumnos tildados de “conservadores”, “reaccionarios”, “mochos”, “clericales” y “pequeñoburgueses” segregaron una universidad privada: la UPAEP. Puebla era una anticipación.

El fenómeno alcanzó a la UNAM y desde la matriz del monopolio se extendió a las universidades estatales de Sinaloa, Nuevo León, Durango, Guerrero, Veracruz y Oaxaca, hasta enquistar en las normales rurales y las zonas bajo control de la CNTE, el brazo radical del sindicalismo magisterial auspiciado por el propio gobierno desde la Segunda Guerra Mundial.
JEFFERSONIANA Es algo muy natural que las comparaciones –ese instrumento llamado por Comte “el método propio de la sociología”- resulten inevitablemente odiosas al que pierde con la comparación; mas si el perdedor es capaz de asumir el saldo podría lograr una conquista preciosa sobre sí mismo. Valga lo anterior a propósito de la apostilla siguiente a The unanimous declaration of the thirteen United States of America o Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América.
Casi medio siglo antes de la independencia de México, en 1776 Thomas Jefferson escribió las palabras que mejor describen y resumen a juicio de muchos el sueño estadunidense y también americano: We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness.
En español: “Sostenemos que son verdades evidentes: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos Derechos inalienables; que entre estos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad”.

Compartía el secretario de Estado de Washington, el polímata Jefferson con el fantástico Franklin la curiosidad del científico, de lo que dan fe la búsqueda arquitectónica y hortícola en su refugio de Monticello (monte pequeño), e inventos como un copiador instantáneo de cartas y su rueda para leer libros; con el filósofo Adams, el gusto por el examen de las ideas sociales y políticas; y con su archienemigo Hamilton, el tesorero, la ambición política. Más tarde declararía sentirse orgulloso sobre todo de su propuesta de separación de la iglesia y el Estado, antecedida en el Estatuto para la libertad religiosa en Virginia en la que el exgobernador se anticipó varios años a la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Al enunciar el principio de la tolerancia religiosa, Jefferson expresó: “No me hace ningún daño que mi vecino diga que hay veinte dioses o que dios no existe”. Considérese que a la sazón la herejía era un delito y que el estado asignaba una contribución monetaria a la iglesia anglicana así como hasta hoy, tres siglos después, sigue entregando el gobierno de España a la iglesia católica.
Los historiadores modernos reconocen a Jefferson como un precursor del antiesclavismo, a propósito de un plan suyo de emancipación gradual; y del igualitarismo merced a su idea radical de que los colonos tenían “el derecho natural a gobernarse por sí mismos”. La frase inicial de The unanimous declaration condensa lo que hoy entendemos por civilización, a saber: la igualdad primigenia de las personas dotadas naturalmente de derechos humanos preexistentes a cualquier contrato social. Se sabe que dicho párrafo escrito a puerta cerrada por el abogado virginiano trece años antes de la Asamblea francesa y a cuarentaicinco aún de la independencia de México, fue aprobado tal cual. Téngase en cuenta que el 2 de julio los padres de los E.U. avalaron en el segundo congreso de Filadelfia más de 80 modificaciones a la redacción original.

La leyenda del poeta de la independencia estadunidense refiere que hacia 1826, Jefferson preguntó cada día durante su agonía en la plantación tabacalera de Monticello si era ya 4 de Julio, aniversario de la firma de la Declaración; y que pudo esperar lo suficiente para morirse unas horas antes que Adams, el día en que la democracia yanki cumplió su primer medio siglo. Para él los filósofos eran -ha dicho el historiador M. Ferguson- “los héroes de la civilización, mucho más que los guerreros, los estadistas o los reyes”.
VENEZUELA I Venezuela está poniendo a prueba el valor único, precioso, de las libertades naturales y los derechos sociales básicos ante el enésimo embate holista que ve la esencia de los pueblos en los gobiernos y la quintaescencia de las personas en los gobernantes. Latinoamerica asiste en el país ecuatorial a la enésima batalla entre las libertades y el control gubernamental total.
La izquierda colectivista asiste a la revancha contra el capitalismo armada ya no con las banderas sinceras de la “dictadura del proletariado” (contra la “democracia burguesa”) y el “comunismo” (contra el “capitalismo”, al que ahora llaman “neoliberalismo”), sino con eufemismos tomados prestados de las democracias sin adjetivos. Ahora, en apego a la recomendación de Lenin en el ¿Qué hacer? (esto es, utilizar las elecciones y las instituciones del capitalismo como vía para llegar al poder y socavar la democracia desde adentro) estamos presenciando una nueva estrategia consistente en la adulteración de la democracia mediante la reelección indefinida.

El patrón es bien conocido, pues llegado el momento hacen de la conservación del poder por cualquier medio, incluido el terror como en Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia, un fin en sí mismo. Por esas y otras cuestiones importa tanto Venezuela y preocupa que el presidente López Obrador eligiera apoyar la treta chapucera del dictador Maduro para ganar tiempo, perseguir a los opositores y acabar de anular la prensa independiente. Los neocomunistas bolivarianos son sinceros, pues desde Chávez han dicho una y otra vez que “la revolución llegó para quedarse” y que “nunca entregaremos el poder”, así, con tanta franqueza. Nadie se puede llamar sorprendido.
Vuelta a la pregunta de las tres últimas columnas de un servidor: ¿Querrá sinceramente el presidente de México recuperar y prolongar el sueño de Madero; o recaerá en la utopía estatista de Lázaro Cárdenas que nos dio el PRI corporativo de la “dictadura perfecta”?
¿Tendrá López Obrador una agenda oculta como en su momento tuvo Chávez?
NARCOMILITARISMO Según el periodista guatemalteco Dionisio Gutiérrez, el narcorégimen de Venezuela está asociado con los ejércitos de Guatemala “sin duda alguna”, presumiblemente también con militares nicaragüenses y salvadoreños desde los tiempos de Alfonso Portillo, un expresidente procesado y confeso en los Estados Unidos; y en el Caribe, con los militares del gobierno de Dominicana que el izquierdista Danilo Medina preside desde 2012 (se reeligió en 2016)

Las numerosas evidencias del negocio global que une a grupos terroristas musulmanes, cárteles mexicanos y mafias rusas y mediterráneas con las guerrillas narcocomunistas FARC y ELN, se hallan desparramadas desde Malí, una nación 90% musulmana en cuyo desierto de El Magreb se halló un Boeing cargado de cocaína colombiana; hasta las aguas del mar Báltico donde las autoridades han confiscado cargamentos estibados en puertos de Venezuela.
VENEZUELA II La reedición de la intentona colectivista contra el capitalismo que burló todas las profecías de Marx halla asidero en la hegemonía cultural construida por la izquierda anticapitalista a lo largo del siglo pasado. Otro asidero son los ultra nacionalismos de raíz católica que conciben al más plural, libre, tolerante y exitoso Estados Unidos como el enemigo.
Pues bien, esa izquierda ganó la batalla cultural del siglo XX”, ha recordado recién un periodista español. Es muy cierto. Entre otras consecuencias, los marxistas escribieron una historia mocha, intencionalmente adulterada para perjudicar al enemigo yanqui y en la que faltan capítulos obvios relativos al injerencismo sistémico del gobierno cubano en la vida interna de las naciones latinoamericanas (empezando con la invasión armada del Che a Bolivia) y a los crímenes multimillonarios de algunos de los peores tiranos de la historia humana.
Esta confusión inducida a propósito desde la escuela debe terminar.

VENEZUELA III El caso Venezuela importa a México precisamente porque ofrece una enésima oportunidad de reescribir nuestra historia, de liberarla de sesgos ideológicos que lastran la verdad y nuestros presente y futuro. Acaso podrían los mexicanos, a la luz del caso Venezuela y a contracorriente del sesgo educativo antes mencionado, revaluar sus ilusiones, metas y estrategias. Entre otras ventajas obvias, un golpe de timón cultural en pro de la democracia y de un liberalismo acotador del poder del Estado en beneficio de las personas, podría ayudar al entendimiento con la fructífera democracia estadunidense. Téngase presente que E.U. dio nueva y mejor patria a unos 30 millones de mexicanos y sus descendientes que libremente envían cada año cerca de 30 mil millones de dólares a familiares en México. Estados Unidos es nuestro socio lógico. Mas para entenderlo, los mexicanos deben redescubrir muchas verdades que les han sido escamoteadas por la historia oficial y doctrinaria de México.
En América Latina el camino de la libertad y la civilización pasa actualmente por el redescubrimiento de que la ninguneada verdad implica siempre un compromiso ético; y que la realidad torna ilegible si se terquea en mirarla en blanco y negro.
¿NUEVA GUERRA FRÍA? Así las cosas pareciera que estamos asistiendo a una nueva versión de la Guerra Fría, toda vez que el paréntesis democratizador de Gorbachov y Yeltzin falló lamentablemente en el imperio más extenso del planeta. La izquierda neocomunista, confinada a países pobres de Europa y regiones de larga tradición autoritaria como Latinoamérica, Asia, Medio Oriente y África, están alineándose con el neozar Putín y el neoemperador Xi. Es un hecho preocupante.

A la distancia, el detonador de la actual cruzada de revancha contra el capitalismo que nos dio la democracia moderna ha sido la restauración paulatina de la dictadura unipersonal en Rusia y China a través de la reelección indefinida.
GLOSA MAO Un lustro después de su ingreso al Partido Comunista Chino y casi una década desde la toma del Palacio de Invierno por los bolcheviques, hacia 1927 Mao puso en práctica entre los campesinos del país más poblado del orbe un método de proselitismo basado en linchamientos públicos. A la sazón era ya realidad el imperio vecino de la URSS, el más expansionista, colonialista y grande del siglo XX; y estaba a punto la telaraña planetaria Komintern en desafío abierto, documentado y públicamente propalado, al capitalismo y la “democracia burguesa”.

Dichos linchamientos públicos y sistemáticos promovidos por el maoísmo bien ameritan una descripción mínima. Consistieron esquemáticamente en el arribo de guerrilleros armados a una aldea remota, donde convocaban a punta de fusil a los campesinos a los que urgían a identificar, entre sus propios familiares y vecinos, a “terratenientes”, “contrarrevolucionarios”, “agiotistas”, “especuladores”, “burgueses” y otros “enemigos”. Las víctimas de tal depuración solían ser enjuiciadas in situ, condenadas a muerte, azotadas, injuriadas por la comunidad en un paseíllo y finalmente ejecutadas.
“Todo poder nace del cañón de un arma”, dijo Mao al promover mediante sus ejecuciones de campesinos prósperos una guerra civil en contra de Chan Kai Chek, un revolucionario que intentaba dar a China un gobierno republicano de corte occidental, sobre el trasfondo de milenios de despotismo extremo de una casta que, como los brahamanes de la India y el linaje Kim de Norcorea, se considera a sí misma divina y se asegura de que tan megalómana superstición sea imbuida al pueblo, por las malas si fuera necesario.
El saldo global de la política de terror y caprichos de Mao ha sido estimado entre 40 y 300 millones de chinos muertos de hambre o asesinados por guerrilleros maoístas y agentes del Estado imperialista de corte marxista-leninista que instauró en Asia. Estimaciones aparte, hoy sabemos merced a la perspectiva del tiempo que el ascenso de Mao fue una misma cosa con la irrupción del III Reich en Europa occidental, la URSS en Europa oriental y el militarismo japonés en Asia, tres modelos totalitarios que desafiaron frontalmente a las democracias poniendo en jaque en todas partes los derechos naturales de las personas y nuestras libertades más básicas.

Detenidos los nazis en Stalingrado y entretanto la guerra caminaba en Europa hacia la victoria aliada, Stalin aumentó progresivamente sus apoyos al Partido Comunista Chino cuya presidencia obtuvo Mao en 1943 y conservaría hasta su muerte en 1976. Mientras luchaba por hacerse del poder, Mao enfrentó la invasión y aprovechó la expansión japonesa en el sur de Asia al tiempo de observar con el rabillo la consolidación de la dictadura estalinista al norte. Cuando al cabo descendió de las montañas de Yenán –el laboratorio de su agenda oculta y donde la tortura y ejecución del joven escritor Wan Chi Wei, atraído con la invitación a “debatir juntos públicamente”, delató la naturaleza criminal del plan-, ya contaba Mao para dar la puntilla a la república con un ejército de 3 millones de soldados armados por Stalin y adoctrinados minuciosamente en el refugio montañés.
Desalentado por la perspectiva de confrontar ahora a maoístas y soviéticos a la vez, Chaik se exiló a Taiwán en el otoño. Unos días después, el 1 de octubre de 1949 por fin pudo Mao autoproclamarse “Líder Supremo”.
Al paso de una década, muerto el mandamás georgiano e informadas por el nuevo mandamás Kruschev las atrocidades del régimen estalinista, Mao se apuró a marcar raya con el Kremlin post-Stalin. Para entonces ya podía brillar con luz propia un nuevo dios laico del comunismo, ideado por un excampesino adicto al terror que siendo semiletrado quedó subyugado con la idea leninista de instaurar un control total, ideológico y mental sobre los congéneres.
Había nacido un doppelganger asiático de Stalin y Hitler.

