Un Epígrafe y 4 Glosas

 

El mundo es un lugar peligroso, regido por una naturaleza sin sentimientos y poblado por gente que a menudo es malvada.

Ocultar a los niños que si pasean por el monte puede devorarlos un oso es ponerlos indefensos a merced del verdugo.

Y nunca hubo tanto verdugo suelto e impune como ahora.

Arturo Pérez-Reverte

 

EFRÉN MINERO  Algunos escriben con la esperanza de subir en el escalafón de la política o la academia; los hay que por humana vanidad, para mañana mirarse escritor en el espejo de la memoria; y como Efrén Minero los que parecen escribir porque sí y qué. Son motivos válidos -e indiferentes a la obra en sí-; tanto, que casi todos los escritores son espoleados en alguna medida por los tres. Al cabo, la literatura es artificio de la disciplina en libertad.

Un escritor pide a un amigo a punto de partir hacia Europa que una vez allá grite su nombre completo en alguna calle de cualquier ciudad. Le importa tanto, que en el ataúd desde donde narra está siendo consumido por la duda de si le cumplió lo prometido. Es el asunto de “No sé si cumplió su promesa”, el primer cuento, de apenas dos páginas, que leí de Minero -primero de Los síntomas del ermitaño (1995). Acaso estaba en su destino nunca ir a Europa al fin providencial de hacerse escritor en el autárquico ambiente de una prepa de gobierno del remoto municipio de Tetla. Mi primera impresión fue rebasada por el segundo que leí, asimismo primero de Las grietas del silencio (2005): “Vicarbelú”. El título resume en un neologismo místico y hermético la vida de un tortero septuagenario a cuyo lado trabajó el narrador y heredero de “Ricas Tortas Panchito”. Un Aleph de tres sílabas y summum de una vida entre libros. Me parece un cuento espléndido que como todos los de tal clase consigue volar en el cielo universal, tocar lo humano esencial anclado en nuestra vulgaridad cotidiana. Lo quiero releer, por gusto. Mi naciente admiración por la obra de Minero se acrecentó al conocer sus artículos periodísticos (Anáforas, gatáforas y metáforas, 2014). Nunca antes puede leer algo así en la prensa local; y pocas veces en la nacional.

En eso ando, conociendo en mis ratitos libres a un escritor tlaxcalteca inteligente y creativo a la vez, indudablemente genuino y acaso hasta gracioso (de esto no estoy seguro, podría ser un espejismo de mi propia vulgaridad).

QUIQUE EN ROMA  Posiblemente cuando une mujere (¿así es, Eréndira?) gritó ratero a Quique Peña en Roma, hizo lo que una mayoría de mexicanos quisiera haber hecho.

 

Ver al expresi medio ocultándose tras la puerta de un hotel de cincuenta mil pesos la noche al lado de su amiga cumpleañera, me causó -lo confieso- un placer mezquino. Esto porque el Lord estaba con su novia (ella qué, ni que no se mereciera un hotelucho de esos). Placer, por la certeza de que el éxito personal del expresidente (obvio su fortuna dineraria) es hija natural de la política a la mexicana. No por nada todos los niños más aspiracionistas del país quieren ser cuando grandes el Señor Presidente; supongo que, entre otras bendiciones, para dormir en hoteles de cinco picos muy lejos de la patria. Esa erinia que gritó ratero al expresidente de México en una calle de Europa debió sentir, decuplicado, el placer legítimo de la venganza. Acaso sea cristiana, mas no quiso perdonar. Se condujo cual linchadora de rancho mas algo de razón le asiste.

Lo que una vez dijo Quique: “La corrupción es una cultura en México” (ojo: no dijo subcultura), tal vez va siendo cada día menos verídico. Ya veremos si como cada trienio y sexenio, la política sigue siendo con la 4T, o no, el modus más seguro, fácil y redituable de triunfar en México.

DEL REBOZO PERIODÍSTICO  Nótese la saña Edward-Manosdetijera al destazar una foto de la enésima masacre acaecida esta vez en Tangamandapio, Michoacán. ¡Les salió un óleo abstracto -propiamente geometrista!

 

¿Pensará el editor de Aristegui que así pone a salvo las buenas famas de México y su portal?

Por eso estamos como estamos, todos ciegos y crédulos, como idos ante el México real. Nunca es morboso ver la realidad real de una nación; ¿cómo entonces la prensa nativa asimiló sin rechistar -como si fuera de buen gusto reeditar, ocultándola, la tragedia diaria- esa absurda censura a los fotógrafos? Hemos visto cosas tan ridículas como al súper popular Emilio Lozoya Austin con una venda negra sobre los ojos en diarios tan serios como El Universal y Milenio (para Excélsior es fetiche religioso la tal rayita). Y aun más triste, es la justificación: así lo manda la Ley (como si no se cambiara cada semana).

 

La fotografía es parte de la información periodística sobre la realidad. Viendo las atrocidades como son, acaso algún día el pueblo mexicano se sienta avergonzado, asustado, vejado, humillado, malherido. Y por el agrio camino realista pueda, a contracorriente de la autocomplacencia (esta sí morbosa hasta el delirium), comprender que la nación se halla cercada por ejércitos irregulares de asesinos e impotente ante ellos. Comprender que quitárnoslos de encima es una prioridad muy superior al chayote, las raterías de gobernantes y empresarios, las rifas, los inevitables desastres naturales, la refinería, la reforma eléctrica, el aeropuerto, el tren maya, el cambio climático y la revocación de mandato.

Si se confirmara la declinación de la pandemia, será la masacre cotidiana nuestra única prioridad racional. No hay excusa.

 

AMLO-UNAM  “Cuando Tartufo agrede a la UNAM, me recuerda al loco que apedreaba un panal y al burro pateando el pesebre; y todo porque lo reprobaron en Economía y en Ciencias Sociales”, escribió en Twitter Diego Fernández de Ceballos. Eligió el abogado atacar ad hominem y no responder al presi Andrés Manuel. A lo que Diego debió responder es a los señalamientos contra los universitarios goyeros (“se aburguesaron”) y la UNAM (“se derechizó”).

¿Qué habrá querido decir AMLO?

 

“Aburguesar” significó en el siglo xx una especie de epíteto, endosado por los marxista-leninistas a las personas que -presuntamente por progresar económicamente y/o por “degeneración ideológica”- discreparon de la Revolución (comunista of course). Ser burgués en política, significó para personalidades de la talla de Siqueiros, Frida y Diego ser partidario de la sociedad abierta o democracias “capitalistas” (en jerga progre). “Derechizarse” es asunto aun más extraño, dada cuenta de que en todas las modernas democracias paradigmáticas la Derecha política es un polo legítimo (y dado que no pocos de los gobiernos “de izquierda” son dictaduras oprobiosas).

 

No creo especular meramente al afirmar que AMLO se formó en la atmósfera intelectual del marxismo-leninismo prevaleciente desde los años sesenta en gran número de universidades públicas y casi todas las facultades de la UNAM. Los programas de licenciatura (Economía, Filosofía, Ciencia política, Psicología, ¡Arquitectura!), amén de los CCHs, mantuvieron durante la segunda mitad del siglo anterior más de 50 por ciento de lecturas obligatorias sobre una teoría anterior a la luz eléctrica, el auto, el teléfono, la TV, el internet y los derechos humanos… Y no es que no tenga su encanto la obsolescencia; es que esa teoría devino ideología de Estado de las peores dictaduras del siglo XX, las más parecidas al nazismo: la rusa de Stalin, la china de Mao, la norcoreana de la familia Kim, la cubana de la familia Castro Ruz. En esos y otros regímenes, dicho paradigma predominante en la academia mexicana desde hace más de medio siglo, fue instituido constitucionalmente en ideología oficial y obligatoria para las personas, particularmente estudiantes desde preescolares hasta universitarios.

¿Por qué será que casi nadie en México, Latinoamérica ni España -ni siquiera un prodictadura porfirista como Krauze- se ha interesado sino marginalmente en un fenómeno tan interesante por anómalo? “Marx ya no es una persona, es una forma de pensar”, sostuvo Carlomagno Ávila, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, todavía en 2018 durante la celebración por la UNAM del natalicio del filósofo del totalitarismo colectivista.