Código Tlaxcala
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Apocalipsis ¿now?

 

Anoche, antes de dormir me puse al tanto sobre la invasión a Ucrania y otros frentes de esta Segunda Guerra Fría.

Bajumut a punto de caer; se pelea palmo a palmo entre ruinas, los reportes prevén un repliegue táctico de los patriotas seguido de una contraofensiva.

En el Báltico, Rusia responde al ingreso libre de Finlandia a la OTAN con un despliegue de aviones de combate, mientras crecen las sospechas sobre su injerencia en los disturbios de Moldavia.

En Medio Oriente un enésimo dejá vu del hostigamiento musulmán contra Israel iniciado en 1948, cuando cinco naciones árabes declararon su guerra conjunta contra el estado judío recién fundado por Ben-Gurion. Esta vez los misiles provienen de Líbano, Siria y Gaza.

En el extremo oriente, China culmina un ensayo de cerco a Taiwán; y en tal contexto, reaviva la controversia sobre el Mar de Japón, disputado desde hace más de un siglo por las coreas, China y Rusia.

En el trasfondo, lo más grave de todo: el anuncio de instalación de armas nucleares en Bielorrusia. Una decena de ocasiones en el transcurso del último año, el neozar Putín ha amagado con emplear la bomba. Nunca el mundo ha estado tan cerca del apocalipsis, desde que en 1961 Fidel Castro prestó el territorio de Cuba para que la URSS instalara cohetes nucleares apuntados hacia los Estados Unidos.

El riesgo es mayúsculo y nadie está a salvo. De nada servirá poner doble chapa al hogar si se vive en Españita, Chamula o algún caserío remoto de la Sierra Madre Occidental.

El riego nuclear es mayor que nunca pues hoy poseen la bomba un gran total de diez naciones. El panorama geopolítico se complicó mortalmente desde que en julio de 1945, Estados Unidos probó en El Álamo la primera; y tres años después, la URSS la suya.

Los dos primeros botones. Así comenzó la Primera Guerra Fría.

Gran Bretaña tuvo su bomba en 1952; y le siguieron Francia en 1960, China en 1964, India en 1974, (presumiblemente) Israel y Sudáfrica en 1979, Pakistán en 1998 y Norcorea en 2002. Resumiendo: diez dedos pueden activar ahora el botón nuclear.

Son demasiados dedos. Uno solo enojado, frustrado, resentido, bastaría para regresar nuestra especie al comienzo de la civilización. Ni siquiera necesita un gobernante atómico lanzar las bombas. Sería suficiente hacer explotar un centenar en el propio territorio.

Diversas rutas hay hacia el holocausto; otra, por ejemplo, el empleo de bombas “sucias”. Mas una vez roto el dique ¿sabrían detenerse los afectados? Confiamos sin suficiente sustento, por mera fe en que nadie será lo bastante infame para presionar primero el botón de la autoaniquilación. Sin embargo, insisto, muy poco de la historieta humana da aliento a esa esperanza.

Bomba del Zar. De hidrógeno, la más destructiva explotada hasta ahora. Fue detonada el 30 de octubre de 1961 en un archipiélago ruso del Mar de Barents. Actualmente hay bombas cientos de veces más potentes. (Wikipedia)

 

La incapacidad de ganar su guerra contra Ucrania ha derivado en el chantaje nuclear ruso. “Si ayudan a mi presa, serán responsables si empleo energía atómica en defensa de la madre Rusia”, ha advertido en buen cristiano Putín. De hecho, ese mismo chantaje ha reiterado Norcorea desde hace veinte años. Tal coincidencia revela una verdad escalofriante: ninguna nación con bombas nucleares suficientes puede ser derrotada militarmente por completo.

Vive desde 1945 nuestra especie al borde de una tablita que da hacia el abismo.

Sólo queda una salida práctica, a mi parecer: volver al equilibrio pactado entre la auto disuelta URSS y la OTAN. Al desarme del club de diez; y al compromiso complementario de abrirse todas las naciones al escrutinio internacional en materia de energía nuclear y de armas de destrucción masiva. Todas: las neoliberales y neocomunistas, las teócratas y militaristas, las marginadas y las ganadoras.

No hay en el asunto sitio para reivindicaciones democráticas o igualitarias del tipo: Si ellos tienen bombas o virus nosotros tenemos derecho a tener también. No, no es un derecho; hablando en plata es apenas una tontería macabra.

La única ruta segura es un consenso para eliminar las armas de destrucción masiva y prohibir su producción en el futuro.

El peligro de una súbita extinción humana es real. Ya está aquí. Sobre la mesa del nuevo milenio.

COHETERÍA

BUDISMO TIBETANO El lujurioso Dalai Lama primero besó al niño, luego sacó su larga, serpentina lengua y le pidió chupársela. El video está dando la vuelta al mundo. Es el guía espiritual de millones de creyentes y quedó desnudo. Como tantos papas y popes, ministros, cardenales y obispos cristianos. Es el mismo abuso de ayatolás, imanes y mulás contra niños y mujeres musulmanas. Está visto que las fes religiosas poco pueden ante la poderosa libido. Punto para Freud. Y un caso más para la policía (debiera serlo).

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