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Al cumplir el nuevo tres semanas apenas, acaso el principal cambio en el gobierno de Tlaxcala es desde ahora el estilo personal del gobernador Marco Mena.
Es obvio que en esto no habrá continuidad con el predecesor en el cargo, ex jefe y correligionario Mariano González Zarur.
Lo cual no es poca cosa.
En su primera aparición propiamente pública, Mena ingresó este viernes al patio de Palacio de Gobierno entre aplausos. Sin dejar de sonreír –amplia sonrisa que se antoja auténtica, esto es, empática-, saludó y de pie se puso a charlar desde la primera fila de la sillería con el auditorio escolar.
Más que evidente el propósito de adelgazar barreras, de igualarse.
“Qué diferencia”, apuntó un reportero ausentado de los eventos del anterior mandatario porque –asegura- “me quitó las ganas”.
Haya sido por una incapacidad personal para entablar amistad con los conciudadanos o la convicción predemocrática que ahonda artificiosamente la distancia con los gobernados; el hecho es que el antecesor en el cargo nunca ofreció una rueda de prensa ni aceptó entrevistas (salvo, dicen, en los medios de comunicación del propio gobierno).
Está claro que comunicarse face to face con los tlaxcaltecas (gentilicio que atañe al colectivo, no a una partecilla), o a través de los tubos comunicantes de la prensa no gubernamental, nunca fue una prioridad para González Zarur.
En abierto contraste con su predecesor, Mena Rodríguez parece sentirse más a gusto con una comunicación más abierta y vital en toda democracia digna de tal nombre.
Al parecer -para fortuna de Tlaxcala- el nuevo gobernador tiene más claro que gobernar no es asunto privado sino una responsabilidad pública, esto es, que lo obliga a comunicarse constantemente con los conciudadanos.
Al comprometer ante alumnos del plantel donde estudió la secundaria, que su gobierno estará al servicio de los menores, tal vez le faltó al gobernador acordarse también de los niños, generalmente de hogares pobres, que no pudieron llegar a la secundaria. Porque sin duda son los que más necesitan de los buenos oficios de sus gobernantes.
Podría ser por ello mismo que en el contexto de la sesión de instalación de SIPINNA, recordó Mena que la solución integral pasa también por la salud y sobre todo el empleo.
Como sea, es demasiado pronto para evaluar a un gobernador que da indicios de querer hacer las cosas de otra manera.
Porque sonreír y escuchar con atención, mirar a los ojos, hablar sin los conocidos excesos oratorios de nuestros gobernantes, todo eso que hoy se vio en el patio principal del palacio son gestos sine qua non de la gobernanza democrática.
Así pues, un gobernador sonriente y afectuoso es desde ya un esperanzador punto de partida.