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¿Soy Alguien -o Siquiera Algo?

Óscar de la Borbolla /Sin Embargo (México), 19 Mar

Si en cada una de las decisiones importantes que he tomado en mi vida me hubiera decidido por la alternativa que abandoné, ¿quién sería ahora? Frente a esta pregunta respondo -como me imagino lo hará cualquiera- con un “obviamente sería otro”.

Me preocupan esa rapidez para responder y el énfasis de convicción que aporta el adverbio “obviamente”, pues lo que esto implica es la certeza de que somos unas marionetas de las circunstancias y que no poseemos un carácter o una personalidad o un alma fija, sino que somos pura plastilina moldeable, y no como se dice de los buenos pericos que donde quiera son verdes. Nosotros podemos ser santos o asesinos dependiendo de las circunstancias en las que nos encontremos, esta es la implicación de responder: en otras circunstancias “obviamente sería otro”.

Esta preocupación nació en mí hace años, cuando leí la histórica entrevista que Rudyard Kipling le hizo a Mark Twain. Kipling era en ese tiempo un periodista muy joven y admirador consumado del personaje Tom Sawyer, y le preguntó al viejo escritor si no pensaba escribir una historia en la que Tom fuera adulto. Twain respondió que sí, pero que no se había decidido todavía ante la alternativa de convertirlo en presidente de Estados Unidos o llevarlo al cadalso… Kipling manifestó su indignación ante la posibilidad de que un niño de la talla de heroicidad de Tom terminara en el cadalso; pero el viejo Twain, del modo más tranquilo, respondió con cinco palabras: “Todo depende de las circunstancias”.

Esta idea determinista la encontré después en varios pensadores y filósofos: en Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno; en alguna de las interpretaciones del marxismo y hasta en un prominente psicoanalista mexicano, Santiago Ramírez, que es el autor de la frase lapidaria “infancia es destino”.

Y hoy me encuentro frente a la pregunta: ¿qué habría sido de mí si hubiera elegido otra puerta? Porque cuando uno elige no elige ventanas ante las que se abre un paisaje nítido e ilimitado, sino puertas opacas que ocultan lo que se halla tras ellas. Quiero decir que por mucho cálculo y previsión y buenos consejos, jamás sabemos lo que contiene nuestra elección y uno se inclina realmente a ciegas.

No me ha ido mal y tampoco me quejo de haber llegado aquí (lo que sea que esto signifique); pero sí me doy cuenta de que no se parece, ni con mucho, a lo que supuse que encontraría cuando fui abriendo una tras otra la cadena de puertas que forman mi pasado. Tuve suerte, pero igual podría haber desembocado en el peor de los desenlaces. Y lo que sí me consta es que las alternativas que abandoné nunca me mostraron las oportunidades o desgracias que había al cruzar su umbral, en otras palabras, no sé lo que perdí.

Y lo que también me consta, porque muchos amigos, con quienes hace años me identificaba, optaron por esas puertas que yo rehusé y hoy, aquellos tan afines, me son tan abismalmente desconocidos que puedo decir que se volvieron otros.

¿Seremos, como decía al principio, unas meras marionetas de las circunstancias? Al parecer sí, pero me fastidia no ser nadie, sino un mero resultado que todavía se enfrenta y se enfrentará a una retahíla de puertas ciegas.

Twitter
@oscardelaborbol

 

 

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