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Enrique Metindes: de la nota roja a las galerías de arte
Una línea carmín atraviesa un rostro acompañada por unos ojos como anhelantes que se dirigen al cielo. Es el centro de una escena, en ella, una mujer delicadamente maquillada y muerta esta tumbada sobre un poste derribado, su brazo es sostenido por un poste doblado sobre un bloque de concreto. Atrás, un asistente de la cruz roja sostiene un saco blanco con el que parece desear cubrirla. Más atrás, personas atentas al suceso y un automóvil chocado.
Esta fotografía nos muestra el instante inmediato de una tragedia y al mismo tiempo el ejemplo claro de una de las obras más populares que produjo Enrique Metinides, quien realizó un trabajo constante y crudo a lo largo de una profesión que rayaba en lo morboso. Retrató la muerte en su manera más cruel: el accidente. Encontró en la tragedia, su modo de vida y un móvil para la composición visual, desarrollando con ello, una nueva manera de acercarse al dolor, la sangre y la muerte.
Los inicios
Debido a la segunda guerra mundial, los padres de Enrique Metinides, de origen griego, se asentaron en la Ciudad de México y abrieron una tienda de cámaras fotográficas en el centro de la capital. El negocio no fructificó y tuvo que cerrar. Fue así que su padre le regaló una cámara fotográfica, y gracias a esto, Enrique dejó los balones para observar y dejar testimonio del mundo a través de la lente. Al demostrar verdadera vocación en la fotografía, aún niño, Metinides, recomendado por su padre, fue invitado a fotografiar delincuentes que llegaban a la delegación cercana al hogar. Es en ese lugar donde Metinides vio su primer cadáver y con tan solo nueve años de edad comenzaría su carrera como fotógrafo de nota roja. Poco después, mientras atestiguaba y fotografiaba otro accidente, se encontró con el director del periódico “La Prensa” y comenzó a trabajar en dicho diario. En este medio desarrollo gran parte de su trabajo. Día con día arribaba en complicidad y con ayuda de las ambulancias de la Cruz Roja a revisar y retratar accidentes acaecidos en la ciudad. Entre 30 o 40 tragedias diarias atestiguaba Metinides.
El morbo popular
El trabajo de Enrique Metinides es el argumento más veraz para evidenciar la morbosidad del pueblo mexicano. Durante cincuenta años ejerció su profesión sin descanso, cincuenta años que sirvieron para consolidar al periódico amarillista “La Prensa”, y demostrar la crueldad de las grandes urbes. Fue hasta la parte final de su carrera, que se reconoció su trabajo en el mundo del arte y no solo en los medios noticiosos y de escándalo. En algunas entrevistas comenta Metinides que nunca se sintió fotógrafo y mucho menos reportero o artista, lo que él hizo fue más una labor social que una práctica artística. Alguien tenía que hacer lo que yo hice -argumenta-, además, fue la única manera que aprendí para ganarme la vida. Las imágenes de accidentados nunca fueron para él una búsqueda de estética o de un estilo personal para tomar fotografías, pero esto no le intereso al mercado del arte y hoy sus obras son vendidas a precios que contienen muchos ceros.
La obsesión
De personalidad extraña, obsesiva y singular Enrique Metinides es además de fotógrafo de nota roja un coleccionista versátil y constante, entre su colección destacan las ambulancias de juguete y los muñequitos relacionados con la Cruz Roja, pero también las ranas o los videos de accidentes que filmaba como “pasatiempo” dentro de su trabajo. Así mismo, colecciona recortes de autos chocados o accidentes en otros lugares del mundo. Crea álbumes que divide en tragedias específicas o por país: Irak 1, 2 y 3 o el caso 9-11 son un ejemplo. Metinides es muy ordenado y sentimental, se involucró de forma emotiva y personal en muchas de las tragedias de las que era testigo y en un sin número de ocasiones dejó la cámara fotográfica para ayudar a los que lo necesitaban con urgencia. Al trabajo siempre asistió de traje y corbata, la cual, toca constantemente cuando habla. En su persona se han filtrado los más oscuros y horrorosos sucesos y a través de sus fotos se han exorcizado sus temores. Es un hombre tranquilo, delgado, calvo y con grandes ojeras, preciso en recordar fechas y un gran gesticulador mientras platica.
¿Arte o amarillismo?
Hoy en día, su obra ha sido adquirida por importantes colecciones y ha dado la vuelta al mundo. La fama se ha acrecentado con los años y todo tipo de documentales y entrevistas han aparecido sobre su persona y trabajo. Las galerías y museos de todo el orbe le han abierto las puertas en sus espacios y entonces las preguntas surgieron y se quedaron en el aire como una conclusión indefinida: ¿Es posible ver su trabajo desde la experiencia estética que propone el arte y olvidarnos que sus imágenes son el testimonio de un terrible suceso? ¿Esto es arte o amarillismo? ¿Documento testimonial u obra artística? ¿Es Enrique Metinides un artista o un morboso con un agudo ojo fotográfico?