Código Tlaxcala
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Del Caso Álvarez

 

Cuando los agentes de la SIEDO acudieron el sábado a la secretaría estatal de Seguridad Ciudadana hallaron las puertas cerradas. Luego, en Palacio de Gobierno, vieron a Sergio González marcar varias veces a un celular enmudecido. Después conocerían las grabaciones de las cámaras de seguridad de la SSC, cuando juntos vieron salir de civil vestido al exsecretario.

La graciosa huida de Alfredo Álvarez Valenzuela tomó al parecer de sorpresa al gobierno de Tlaxcala. ¿Dónde creerá el exsecretario estatal de Seguridad que podrá esconderse si ya existe la Interpol?

Al escándalo inmediato siguió la grilla de largas y cortas miras. Ya no tanto en cafés, banquetas y comederos, debido al covid; sino principalmente en las redes y los portales. Un somero repaso de las reacciones en internet a la noticia, confirma que la mayoría de las críticas por la huida del humorista involuntario van dirigidas a la gobernadora.

Creo que no es del todo justo endosar a Lorena Cuéllar el oso del extitular de Seguridad Pública de Tlaxcala. Resumo en tres premisas mi opinión.

Alfredo Álvarez, de joven. (Especial)

 

(1) El capitán de fragata Alfredo Álvarez es un militar (marino) graduado  ingeniero en la escuela “Antón Lizardo” de Veracruz. Uno más de los cientos o miles de soldados que, a partir de Calderón, copan los cargos directivos de las policías federal, estatal y municipal.

La militarización de los cuerpos civiles de seguridad es un hecho viejo. Y otro hecho, que este factor es un gran ausente en los análisis que responsabilizan a la gobernadora por haber contratado al exsecretario.

(2) En materia de seguridad pública, los gobernadores y alcaldes están supeditados al Ejército desde hace mucho tiempo (preguntar a Adolfo Escobar, puso al frente de la poli de Tlaxcala a un ex guardia presidencial). Tal subordinación parte de las leyes que en México conceden a los militares la responsabilidad de velar por la seguridad interior del país y encabezar el combate al narcotráfico; pero sobre todo pasa por los usos de la costumbre. En la práctica ningún policía mexicano osaría hacer valer in situ su autoridad sobre la autoridad de los militares.

(3) Aun en retiro todo exmilitar se sigue asumiendo como un soldado que sabe obedecer órdenes. El cambio de Álvarez primero de Chihuahua a Guerrero, luego a la SSPC y finalmente Tlaxcala, sugiere que goza de protección. Posiblemente en la Secretaría de Marina. Aquí una pregunta: ¿desde allá le dieron el pitazo y los que alertaron lo están protegiendo?

Asentado lo anterior, cabe concluir que en la designación de Alfredo Álvarez como secretario estatal de Seguridad Pública pudo pesar más una recomendación federal que una evaluación rigurosa de su desempeño por parte del gobierno de Tlaxcala. Suena lógico y nada tendría de extraordinario que la gobernadora diera por buena una recomendación federal en materia de seguridad.

TRES CASOS

Según nota de El Universal, el jefe de la SEGOB justificó la sorpresa por el sigilo propio del caso, al referir que tampoco la delegación estatal de la FGR tuvo conocimiento de “la orden de presentación u orden de aprehensión, no lo sabemos, porque no presentaron ningún documento”.

En la nota se asienta que Sergio González admite haber estado al tanto de los casos de “Pelón”, un indigente torturado y desaparecido en Guerrero en 2014, cuando Álvarez era jefe policiaco de Acapulco; y del caso de acoso sexual contra Erandy, cuando fungía como director adjunto de la subsecretaría de Migración, Sistema Ferroviario, Robo a Vehículos y Transporte de la secretaría federal de Seguridad Ciudadana (SCC).

Si ni la delegación de la FGR ni el propio gobierno de Tlaxcala tuvieron noticia del caso de Chihuahua, la falla debe ser atribuida al sistema nacional de seguimiento de antecedentes de los funcionarios públicos. Chihuahua no está tan cerca de Tlaxcala y es improbable que ningún gobierno estatal cheque antecedentes de sus funcionarios en todas las 32 entidades federativas antes de hacer designaciones.

Visita de la gobernadora el mes pasado al Cereso femenil de Apizaco, con motivo del nacimiento de un bebé. La acopañó el entonces titular de la SSC. (lapolilla.com.mx)

 

PANDORA POLÍTICA

Sea como fuere, el escándalo estallado a menos de dos semanas de arribar el nuevo gobierno a su estación Cien Días, el caso Alfredo Álvarez destapó la caja de Pandora de las ambiciones políticas.

En efecto, no es difícil identificar en las redes locales a los partidarios de dos morenistas que pelearon la candidatura a la gobernadora, la senadora radical Ana Lilia Rivera y la diputada federal Dulce Silva, entre los primeros en achacar la responsabilidad del desastre a Cuéllar Cisneros. Entre otras culpas, tales acusadores sugieren que los funcionarios del gobierno de Tlaxcala pudieran haber ayudado al fugitivo…

Naturalmente, lo que queda de la oposición busca sacar tajada fácil. Una ocasión soñada: toda una presunta fichita en un gobierno de la 4T de López Obrador, el presidente que se presume incorruptible. Ni pintado.

En Twitter, la candidata en campaña a presidenta del PAN local exigió a la gobernadora “una explicación clara” y aconsejó que la designación del sucesor de Álvarez no sea “una decisión apresurada ni impulsiva”. Para entonces se conocía ya el nombramiento de Maximino Hernández en la vacancia por fuga del titular.

Senadora Minerva Hernández. (Quadratín)

 

Para cualquiera es incómodo explicar lo inexplicable, el escape inesperado del hombre de confianza en materia tan sensible como la seguridad pública. Nadie gusta de lidiar con tan mala suerte; y menos, si concierne a un asunto -el sistema federal de seguimiento de antecedentes de servidores públicos- que nos excede.

Entraña pues el caso Alfredo Álvarez un problema delicado. Podrá ser clave a la superación del bache el joven Maximino Hernández, un civil cordial, voluntarioso y especializado en la colaboración entre los agentes y la población. Un perfil en las antípodas del cómico involuntario.

Y representa el caso, un reto imagológico serio para la gobernadora Lorena Cuéllar. Si bien nada del otro mundo en el mar siempre imprevisible de la política. A los observadores externos queda no hacer tormentas en vasitos electorales.

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