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La historia de nuestro estado se ha forjado con luchas y alianzas; aunque también el misticismo y la magia son parte del ser tlaxcalteca. Un lado para algunos tenebroso que sin embargo sigue subyugando a los que conservan en su memoria a los ateteos.
Se cuenta que todavía en la época de los 60´s, en las barrancas de la comunidad de San Andrés Ahuashuatepec, municipio de Tzompantépec, se escuchaban justo al medio día y la medianoche en época de lluvias, los murmullos y las risas de unos niños pequeños.
Estos entes, los ateteos, eran considerados guardianes del Dios Tláloc. Los describen diminutos, traviesos y siempre sonrientes, jugando en las pozas del manantial creadas por trasminación del agua de la barranca.
Aseguran que jamás causaron daño, por lo que contagiaban a muchas personas la alegría estruendosa de sus juegos y risas.
En la época veraniega –cuentan- los ateteos se ocultaban después de una fuerte tormenta en la espesura de la neblina, por considerar ese el momento ideal para sus travesuras. En alguna ocasión también los vieron jugando a los fuegos fatuos.

Dicen además que nos les agradaba ser vistos, por lo que cuando los niños pequeños se acercaban con vasijas de barro para llevar agua les causaban sustos tan tremendos, que los hacía caer a las pozas.
La región de Tzompantépec es famosa por la excelente calidad de sus barros, utilizados por los alfareros para elaborar comales, ollas y ladrillos. Durante el día moldean las piezas en crudo y al caer la tarde las apilan en grandes hornos de leña. Entonces, durante la noche estos seres se divertían dejando sus huellas -más pequeñas que las de un recién nacido- en el barro fresco estibado en los hornos.
Los habitantes de la zona de mayor edad aseguran que los ateteos son responsables directos de arruinar la producción de ladrillos.

Finalmente, debido al poblamiento de la zona las pozas se cegaron y un mal día desaparecieron las risas y los juegos de los ateteos.
Hoy el mágico sitio donde antes hubo pozas y ateteos mágicos es un basurero. Así, los seres que hicieron enojar y excitaron la curiosidad de los lugareños ya solamente existen en la memoria de los más viejos del pueblo.





Fuente: Testimonios de Guadalupe Sánchez, Celerino Ramírez y Ernesto Ramírez.
