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Argentina, fin de Ciclo: Adiós a K y Naufragio Peronista

4 Opiniones Sobre las Elecciones del 22-O

Macri, Oportunidad que Perdieron Alfonsín, Menem y los Kirchner

Fernando González /Clarin (Argentina), 23 Oct

Mauricio Macri y los dirigentes más lúcidos del Frente Cambiemos tienen una enorme oportunidad. Agigantada por la magnitud de la victoria. La misma que desperdiciaron, por diferentes razones, Raúl Alfonsín, Carlos Menem, la Alianza y los Kirchner. Desde 1983, todos los líderes coyunturales fueron malgastando la posibilidad que les otorgó el éxito en las elecciones legislativas.

La ineficacia, el personalismo o la intolerancia, y a veces todo eso junto, cargaron sobre la Argentina la mochila histórica de la frustración.

Pareció que iba a suceder después de los ocho años del horror de la dictadura. Alfonsín arrancó con el rescate de la Constitución y el Nunca Más como estandartes, pero naufragó en el mar embravecido de la economía de los años ’80. Menem se olvidó demasiado rápido del salariazo hasta enamorarse de sí mismo y de la corrupción fácil. La Alianza no llegó a florecer entre la decepción de De la Rúa y los traumas psicológicos de Chacho Alvarez. Y Néstor Kirchner tuvo su primavera del crecimiento y de una Corte Suprema renovada que terminó en el festival autoritario y corrupto que Cristina llevó a niveles de obsesión y de enfermedad.

Por eso, todos los presidentes y sus fracasos son un excelente espejo para Macri y los suyos.

El triunfo electoral de anoche será una gran puerta de entrada a la prosperidad si eluden las tentaciones que doblegaron a sus antecesores. El desarrollo está allí para la Argentina, otra vez al alcance la mano. Pero hay que recordar que el país adolescente insiste en esquivar el sendero virtuoso desde hace más de medio siglo.

No fue fácil y los errores propios a veces lo hicieron más difícil. Pero el núcleo duro del macrismo es el gran ganador de las elecciones legislativas. La Mesa de los Cuatro, como le llaman todos a la base estructural donde se apoya el gobierno de Macri. Ese cuadrilátero que conforman el Presidente; la ascendente María Eugenia Vidal; el estratega Horacio Rodríguez Larreta y el prolijo coordinador Marcos Peña. Los tres primeros son, desde hoy, los candidatos insustituibles a sus reelecciones respectivas en la Casa Rosada, en la Gobernación bonaerense y en el Gobierno porteño. Y el Jefe de Gabinete queda consolidado como el funcionario que distribuye las cuotas de maniobra y de protagonismo en el gran laberinto de poder amarillo.

Los casi nueve millones de votos que consiguió el Frente Cambiemos concentraron la energía en la Mesa de los Cuatro, al mismo tiempo que establecieron una distancia perceptible con otros dirigentes que estuvieron siempre cerca de ese sector VIP del poder. Elisa Carrió es sin dudas la estrella de la elección porteña pero sus últimos y erráticos días de campaña y, sobre todo, sus frases búmeran sobre el caso Maldonado la volvieron a dejar en la zona de desconfianza. Allí convive con la vicepresidenta Gabriela Michetti. Las dos están en el corazón de Macri, como lo demostró el almuerzo que compartieron ayer con el Presidente y con Juliana Awada horas antes de que cerraran las urnas. De todos modos, deben traspasar el escrutinio impredecible y a menudo enojoso de las otras tres patas de La Mesa.

En la Mesa de los Cuatro se viene hablando desde hace tiempo del diseño de la Argentina que viene. Allí se han barajado cuatro ejes fundamentales que el Presidente quiere poner en marcha hoy mismo, aprovechando el inmenso margen de maniobra que le dio el triunfo.

1.- Macri pondrá en marcha una profunda reforma impositiva,basada fundamentalmente en una rebaja de impuestos con impacto especial en las Pymes.

2.- Además, avanzará en una reforma laboral de tono gradual. Insistirá con los acuerdos sectoriales por gremios y presionará a los viejos caudillos sindicales (Los Gordos), amenazándolos con sacarles el manejo de los fondos de las Obras Sociales. Privilegiará el nexo con los jefes gremiales intermedios que manejan hoy la CGT, ofreciéndoles ayuda en la disputa que mantienen con la izquierda sindical.

En esa línea, el Gobierno ya frenó la designación de 300 jueces del fuero laboral que venían con guiño sindical. Los referentes del macrismo en la Justicia ya están evaluando y seleccionando a quienes van a ser sus reemplazantes.

3.- Como ya se adelantó en Clarín, el Gobierno lanzará un profundo ajuste en las estructuras del Estado. Se abrirá un plan de retiro para reducir personal en los ministerios, en las secretarías de Estado y en todas las oficinas estatales con exceso de empleados. Y Vidal avanzará de inmediato contra los funcionarios mejor pagos de la política argentina: la aristocracia de la intocable Legislatura Bonaerense.

4.- Con las vísceras del peronismo desparramadas por la derrota de ayer, Macri impulsará un acuerdo con sus principales dirigentes. Los gobernadores, aún los magullados por el resultado electoral, serán los interlocutores privilegiados. La condición excluyente es que acompañen la reducción del déficit fiscal que el Gobierno promete llevar adelante en el orden nacional.

Y el diálogo con los senadores fluirá a través del inoxidable Miguel Pichetto. En este caso, la condición es que el propio peronismo le ponga los límites a Cristina Kirchner. La derrota y los múltiples frentes judiciales se encargarán de encapsular los movimientos de la ex presidenta.

Macri tiene la oportunidad de cambiar el destino del país en la palma de su mano. Deberá encontrar el punto exacto para resolver la ecuación entre la gestión económica y la madurez institucional. Ese flanco que tembló con el manejo titubeante del caso Maldonado pero que es la base moral imprescindible que sostuvo a todos los grandes países que lograron meterse en la senda del crecimiento.

Link  https://www.clarin.com/opinion/macri-oportunidad-perdieron-alfonsin-menem-kirchner_0_SkVB4a56W.html

‘La Llamé y no me atendió’, informó Esteban Bullrich tras batir a Cristina en Buenos Aires. (diariopanorama.com)

 

Macri se Ganó el Derecho a Fantasear con la Reelección

Carlos Pagni /La Nación (Argentina), 23 Oct

Las elecciones de ayer despejaron una de las principales incógnitas instaladas sobre la Argentina: ¿es posible convalidar un menú de reformas favorables al mercado en un país con 30% de pobreza, cuando los resultados económicos no son todavía rutilantes?

La respuesta, afirmativa, fue más contundente de lo que esperaba el propio Mauricio Macri. Aun cuando siga en minoría en el Congreso, él consiguió ayer un respaldo formidable para avanzar con su programa. Además, parece estar en condiciones de terminar su mandato, lo que para un grupo ajeno al peronismo no sucede desde 1928. Más todavía: Macri obtuvo anoche el derecho a fantasear con la reelección.

Esas posibilidades se deben a tres factores principales. La extensión de la victoria, que supera la de todos los oficialismos en una elección parlamentaria desde 1983. La geografía en la que están radicados esos votos. Y la crisis en la que queda empantanado el peronismo.

Cambiemos conquistó ayer la colina principal: la provincia de Buenos Aires. El resultado es trascendente por lo que significa para el PJ, que ha ejercido el poder en ese distrito de manera casi monopólica. El electorado bonaerense terminó de poner en crisis un unicato de 30 años, recuperando la competencia política. La falta de alternancia y de debate está en la raíz de la degradación social del conurbano, uno de los dramas más graves del país.

Ese triunfo es también peculiar porque la llegada de Macri al poder se inició en Buenos Aires, con un éxito que, para muchos, fue azaroso: la derrota de Aníbal Fernández frente a María Eugenia Vidal. Desde anoche el fenómeno revela otra consistencia. Invita a examinar la identidad de Cambiemos, una variante de no peronismo que avanza sobre los sectores de bajos ingresos. Y obliga a investigar con más detenimiento la tormenta del PJ.

En Buenos Aires, además, Esteban Bullrich derrotó a Cristina Kirchner, la encarnación del proyecto populista. Fue la gran batalla de Macri y, sobre todo, de Vidal. El resultado no podría ser más conveniente para el oficialismo. La ex presidenta obtuvo un caudal de votos suficiente como para seguir obturando la renovación del peronismo. Ella dedujo de esa aritmética la pretensión de ser la cabeza de la oposición. Un sueño problemático porque no seduce a los peronistas con un nuevo proyecto de poder. Es el lugar exacto en que la necesita el Presidente para su carrera hacia 2019.

Además de ganar Buenos Aires, Cambiemos triunfó también en Santa Fe. Y ratificó el desenlace de las primarias, sobre todo en Capital Federal, Córdoba, Mendoza y Entre Ríos. Es decir: Macri consolidó una base amplísima donde se concentran los sectores más dinámicos de la sociedad. Los que exigen una regeneración institucional, los que pretenden una economía más competitiva. Es decir, los que se alinean con las promesas oficiales.

Salvo en San Luis, donde Adolfo Rodríguez Saá emergió de sus cenizas, y en La Pampa, donde Carlos Verna se recuperó por un margen estrechísimo, el Gobierno convalidó las victorias de agosto. Y agregó otras. Ganó en la inalcanzable La Rioja de Carlos Menem. También en Chubut y en Chaco. Aunque el avance estratégico se registró en Salta. Cambiemos derribó a Juan Manuel Urtubey. Ese resultado es clave porque, caídos Juan Schiaretti y Sergio Massa, que anoche salió tercero en Tigre, Urtubey era el único peronista que asomaba para 2019.

El fracaso de las variantes no kirchneristas está en la naturaleza de una polarización que devora todos los significados, como demostró el caso Maldonado. Ese enfrentamiento automático inhabilita cualquier discurso que impugne al mismo tiempo a Macri y a Cristina Kirchner. En esa tensión se hundieron los peronistas no alineados. También Martín Lousteau. Y obtuvieron una aceptable supervivencia, además de la ex presidenta, kirchneristas como Daniel Filmus y Agustín Rossi.

Con un 2019 más brumoso para el PJ, Macri y sus colaboradores trabajarán desde hoy detrás de un objetivo: consolidar un 45% y evitar la segunda vuelta en las presidenciales. Se reabrirá el debate interno. ¿Conviene acercar a peronistas como Schiaretti, Perotti o Insaurralde? ¿O es mejor trabajar sobre el electorado y no contaminarse con una dirigencia desgastada?

La perspectiva incierta del PJ es relevante para el cortísimo plazo. La disponibilidad del peronismo no kirchnerista a acordar un programa legislativo con la Casa Rosada es inversamente proporcional a sus probabilidades de éxito dentro de dos años. Como los mercados, los políticos también se rigen por expectativas. Ese PJ se unificará en el Congreso y pactará con Macri. ¿Cómo lo hará sin un primus inter pares?

Aquí hay un problema. Cristina Kirchner impugnará esos acuerdos en nombre de la justicia social. Aquí hay otro problema.

El nuevo mapa de poder indica que la marca que Macri dejará en la historia dependerá de lo que consiga realizar en los 12 meses que se inauguran hoy. Su capacidad de reforma está acotada por la colaboración del peronismo. Y en octubre del año que viene esa fuerza estará de nuevo en competencia por las presidenciales. En 2019 el Presidente podría conquistar otro mandato y, con otra composición parlamentaria, profundizar sus reformas. Pero esa posibilidad es hipotética. Y, como suele ironizar Julio María Sanguinetti, “lo que uno no logra en un período, menos lo logra en dos”. De modo que a partir de hoy comenzará a definirse el perfil de Macri.

El primero en saberlo es Macri. Dedicó las últimas semanas a pulir los proyectos que negociará con el PJ ex kirchnerista. Sobre todo un acuerdo fiscal, una reforma tributaria y una rebaja en los aportes patronales. Ese programa seguirá siendo tímido porque Cambiemos necesita pactar las leyes con la oposición. Y porque el 30% de los argentinos está sumergido en la pobreza, lo que impide encarar ajustes draconianos.

El gradualismo no es una opción económica. Es una fatalidad política. En consecuencia, no hay que esperar que el Gobierno impulse iniciativas más audaces que las que había imaginado cuando apenas apostaba a empatar en Buenos Aires.

Sin embargo, en el seno del oficialismo hay dos visiones sobre el futuro, es decir, sobre 2019. Una aconseja, con los números de anoche en la mano, mantener la moderación de las reformas. La otra entiende que el éxito del Gobierno depende del crecimiento y que éste depende de la inversión. Esa ala recomienda reducir todo lo posible los costos de la economía. Macri pertenece a este último grupo. Quiere decir que, de las opciones que se debatían dentro de aquellos dos límites políticos, pretende adoptar las más audaces, aun cuando entrañen algún costo. Un ministro lo explicó así anteayer: “Por un año, miraremos un poco menos los votos de la ciudadanía y más los votos de los legisladores”.

En las próximas horas el Presidente hará una gran convocatoria general para emprender algunos cambios, sobre todo en el régimen económico. En los próximos meses habrá una interesante novedad: una discusión sobre impuestos. Es decir, sobre el peso del Estado sobre la sociedad. Y sobre la distribución de los recursos en la clase política. Nicolás Dujovne encuadra las innovaciones en tres conceptos: equidad, trabajo, sustentabilidad.

Sobre los próximos meses pesa un enigma. ¿Cuál será la agenda institucional del Gobierno?

El triunfo de Elisa Carrió confirmó anoche la vigencia de la expectativa de regeneración cívica que puso a Vidal en el poder en 2015. ¿La negociación con el PJ contempla ese saneamiento, sobre todo en la Justicia? Se lo debe estar preguntando Carrió. ¿Terminará ella objetando esos acuerdos, como Cristina Kirchner, pero en nombre de un renacimiento moral?

Las elecciones de anoche tienen relevancia regional. La incógnita externa era si un grupo que pretende liberalizar la economía en un país con 30% de pobreza convalidaría su propuesta con el voto popular. La respuesta fue muy afirmativa. El mensaje trasciende nuestras fronteras. Basta consignar que en su edición de anteayer, el influyente semanario The Economist se pronunció a favor de Macri. El argumento fue sencillo: sería muy saludable para los países que todavía están atrapados en la trampa populista.

Link  http://www.lanacion.com.ar/2074926-macri-se-gano-el-derecho-a-fantasear-con-la-reeleccion

Politóloga María Eugenia Vidal, gobernadora de la provincia de Buenos Aires, al votar ayer. (clarin.com)

 

Retirada K, sin Pena ni Gloria

Germán Fermo /El Cronista (Argentina), 23 Oct 2017

Mi hijo más chico me pregunta: ¿por qué ustedes los adultos votan dos veces lo mismo?

Celebro que haya terminado este eterno y costosísimo circo electoral, hace meses que vengo escuchando cotidianamente un tornado de frases hechas y sumamente mediocres, que aburre e irrita. Pero mi alegría no termina ahí, ayer domingo, la ciudadanía argentina mayoritariamente decidió dar vuelta a la página más triste, perversa y grotesca de nuestra historia democrática, el kirchnerismo ya es una minoría marxista enroscada en su propio odio y en claro sendero hacia la extinción política. Perdió ese mismo kirchnerismo “tan preocupado” por los pobres pero que paradójicamente viaja en Audi y vive en Puerto Madero, en una chorrera de opulencia tan arrogante, como notoria e irrespetuosa.

A pesar de haber disfrutado de las tasas de interés más benévolas de la historia económica mundial y una soja en máximos, el kirchnerismo nos entregó a un abismo económico y social con 30% de pobres, con colapso de infraestructura pública, con microfonasos y cadenas nacionales todos los días, con histórico deterioro institucional, con un default caprichoso, con un riesgo país de los más altos del mundo emergente, con inseguridad generalizada, con recesión económica y desempleo, con hiperinflación potencial, con un cepo cambiario que asfixió a la economía argentina, con un sector agrícola diezmado y con una nación entera en emergencia psicológica frente a un cotidiano embate bipolar.

¿Se entiende por qué perdieron y no vuelven nunca más?

Los argentinos pendulares, se cansaron de este verso y a pesar de que en 2011 mayoritariamente aplaudían al “Che” y convalidaron kirchnerismo al 54%, ahora en 2017, parecerían apoyar una forma de convivencia social basada en armonía, en respeto a las instituciones y al prójimo, en donde el grito vacío se reemplaza por un mensaje respetuoso y conciliador para una Argentina muy herida que lo necesita, complementado por una larga secuencia de globos amarillos, cloacas, bicisendas, metrobuses, shock de crédito, consumo y obra pública, en un despliegue tan keynesiano que hasta sorprendería al mismísimo John Maynard.

El tiempo dirá si esto es una modificación genuina en la mayoritaria manera de sentir de los argentinos o si simplemente es un cambio de moda, como otros anteriores: por una década votaron menemismo y al final lo defenestraron, por otra década aplaudieron kirchnerismo y al final también lo defenestraron, y ahora se abre un periodo en donde el presidente Macri será reelecto en 2019. Tan sólo dos años atrás haber siquiera imaginado la contundente consolidación política del presidente Macri y equipo hubiese sido impensado. El kirchnerismo le plantó innumerables bombas sociales y económicas con la expectativa de que explotasen y les permitiese retornar al poder en 2019 pero la ciudadanía ayer les dijo: “mamadera y a otra cosa”.

El kirchnerismo quedó como una versión triste, esquizofrénica, bipolar y marxista del peronismo, un peronismo que sabe que hoy está en ruinas y deberá en los próximos años reconstruirse en base a tres principios: definición de un líder que hoy no tiene, determinación de un mensaje nuevo que hoy tampoco tiene y que lo libere de la parodia repetitiva y arcaica de 1945, organización de una estrategia de marketing político que lo independice del colectivo, el pancho y la coca y lo inserte en un mundo tecnológico versión 2017, dominado por redes sociales, ámbito en el que Cambiemos le dio cátedra.

Tremendo camino le queda, el peronismo mutará y se reconstruirá porque tiene un instinto de supervivencia extrema, pero hoy comparte el mismo estado de derrota que el radicalismo exhibió en 2001. Al peronismo, hoy sumamente derrotado, primero le toca vencer a su principal enemigo, el marxismo kirchnerista, y luego comenzar a transitar un sendero de diez años de reconstrucción, pero sin caja y sin poder.

Mientras tanto, Macri seguirá pintando de amarillo el mapa político de los argentinos, como ciudadano lo celebro porque claramente es una opción superadora, pero como economista liberal que soy, me sigue crujiendo el estómago al ritmo del keynesianismo que se viene implementando.

Momentum político y “un oportuno” anuncio de reestructuración fiscal y laboral.

Argentina deberá seguir endeudándose al menos por unos cuantos años más. De esta forma, resulta clave seguir bajando y bien rápido, el riesgo país. Quizá ahora y después de tantas críticas, se entienda por qué el ministerio de Finanzas emitió el bono centenario, precisamente “marcar la curva allá lejos” permitió una aceleración de compresión en la parte media y corta de la curva soberana y provincial que venimos observando desde hace meses. El rally, por ejemplo, de los bonos provinciales ha sido elocuente al punto tal que cuesta ahora encontrar emisores por encima del 7%. En 2013 nuestro riesgo país rondaba los 1.300 puntos básicos, cuando hoy ya estamos en 650, tremenda confianza del mercado internacional al gobierno del presidente Macri y bien merecido lo tiene.

Sin embargo, y a pesar de la euforia reinante en nuestro país se hace clave reconocer que somos una nación infectada con setenta años de peronismo y, por lo tanto, en estado de inviabilidad generalizada. A nivel fiscal, una nación en donde un argentino mantiene a otros cuatro no puede funcionar. A nivel laboral, una nación en donde el 65% de una jornada queda confiscado por el Estado, no puede funcionar; nos pasamos 7,8 meses al año donando el fruto de nuestro esfuerzo a un Estado voraz, lleno de ñoquis, improductivo y por, sobre todo, sumamente ineficiente. Imagínense por un momento, si esos recursos pudieran ser trasladados a la actividad privada.

El gasto inútil está tan arraigado en el ADN de los políticos argentos, que hasta votamos dos veces lo mismo, las PASO son un inaceptable gastadero de dinero, que las internas las financien los partidos, no los impuestos de los ciudadanos, en vez de PASO hagamos escuelas.

¿Y si anunciamos estratégicamente un compromiso de reforma más agresivo?

Wall Street, principal emisor y demandante de deuda argentina, anda con ganas de tomar cualquier buena historieta que le entreguemos. Qué tal si entonces, el Ministerio de Hacienda hace lo que el BCRA viene implementando desde largo rato: anunciarle al mercado un firme compromiso (no tibio, como el actual) de metas fiscales a largo plazo. Y ojo, no estoy diciendo que lo vayamos a cumplir a raja tabla, solo digo de anunciarlo y subirnos a esta ola de euforia y optimismo hacia la Argentina, logrando bajas adicionales de riesgo país y, por lo tanto, reducciones de nuestro costo soberano de fondeo, aspecto clave, dado el modelo de alto leverage que se viene implementando. Por el ejemplo, el BCRA anunció desde hace tiempo su firme compromiso en la lucha antiinflacionaria, pero, sin embargo, culminará el 2017 probablemente unos 500 puntos básicos por encima de la meta de este año, circunstancia que en menor escala se repetiría en 2018.

A pesar de estos yerros elocuentes, el mercado va a premiar la “intención de compromiso antinflacionario” por bastante tiempo antes de contrastarlo con la realidad y a pesar de los subsecuentes desvíos que probablemente se avecinen en una Argentina que se expandirá en forma múltiple y sumamente keynesiana. En esta coyuntura y apalancados en el contundente resultado electoral de ayer, se me ocurre que el Ministerio de Hacienda podría mostrarse mucho más enérgico y comprometido con un mensaje de reforma a largo plazo. Este solo acto muy probablemente le daría al mercado internacional de renta fija una excusa más para que Argentina pudiera seguir comprimiendo spreads.

Nunca olviden algo: Wall Street es una industria dedicada a la invención y reciclaje de historietas, de ser un país pintado de negro en 2011, ahora y hace rato nos viene mirando, démosle una excusa y nos llevan a rendir Brasil en una semana. ¿Quién gana?: obviamente, el fisco argentino ahorrando tasa de interés en la larga secuencia de endeudamiento que nos espera. Ah, y si alguno anda con ganas de criticar dicho endeudamiento le pregunto: ¿se bancan el ajuste fiscal al que nos obligaría el kirchnerismo si decidiéramos no endeudarnos? No se puede todo en economía y para comprenderlo hay que pensar en equilibrio general, algo que los políticos no saben hacer.

8 años sin peronismo: ¿hacia una brasilización de la curva soberana argentina?

Hoy 12 años de duration brasileña rinden 5,45% mientras que su equivalente argentino lo hace en torno a 6,60%. Por lo tanto, nos separan de Brasil 115 puntos básicos. La principal razón es que Brasil le mostró al mercado una clara decisión de reestructuración laboral y fiscal que Argentina todavía no pudo implementar. Tengo la sensación de que para que podamos acercarnos realmente a los rendimientos brasileños la buena onda y supremacía política de Cambiemos deberá ser enriquecida con una clara promesa que no necesariamente deberá convertirse en realidad de corto plazo hacia la reestructuración de una nación que hoy es sumamente inviable. Si esta señal se diese, no me caben dudas que Argentina comprimiría muy rápido hacia riesgo brasileño y ¿después? Ahí los objetivos serían más difíciles de alcanzar, nos espera Colombia cerca de 5% y luego Perú, Bolivia y Uruguay en la zona del 4%. Con compromiso o sin él, la parte larga y media de toda la curva soberana y provincial argentina sigue siendo un buy a tres años vista.

En el corto plazo quizá, el resultado de ayer ya esté descontado pero una Argentina sin peronismo hasta al menos el 2023, no tiene precio y, por lo tanto, augura un recorrido largo y sumamente jugoso para bonos argentinos, la pregunta es con cuánto gamma lo querrá jugar el gobierno.

Y recuerden esto: fueron por todo y casi se quedan con nuestra libertad. Chau K, hasta nunca.

Link  https://www.cronista.com/columnistas/Sin-pena-ni-gloria-retirada-K-y-un-inconcluso-colapso-de-riesgo-pais-20171023-0073.html

Ex presidente Menem y su Partido Justicialista caen también ante Cambiemos, en la Rioja. (clarin.com)

 

María Eugenia, Cristina y los Miserables

Julio Blanck /Clarín (Argentina), 23 Oct

Cristina sabía todo lo que iba a pasar. Sabía que iba a perder, como se publicó en Clarín hace exactamente un mes.

Es la pérdida de un invicto electoral de casi tres décadas. Y el derrumbe del mito de que Ella siempre hace ganar elecciones. Ahora, si va en la boleta lo que está garantizada es la derrota.

Sabía Cristina, desde mediados de septiembre, que estaba al menos 2 puntos debajo de Cambiemos. Y que la mejora de la economía la ponía francamente en declive: en agosto la industria creció 5% y la construcción 13%, y en septiembre el repunte del consumo masivo alcanzó su tope en el año con un 4%.

Sabía que enfrente tenía a María Eugenia Vidal, una topadora que había empujado en agosto hasta empatarle las PASO que ella soñó ganar con comodidad.

Y a su aborrecido Mauricio Macri, que venía con la imagen en alza y se había pegado a la gobernadora en las visitas al conurbano, clavándole el desafío justo en los municipios donde ella anidaba su fortaleza electoral.

Sabía también que la mayoría de los intendentes peronistas del Gran Buenos Aires la iban a traicionar. Que la acompañarían hasta el día de la votación porque Ella les garantizaba como mínimo un tercio de los votos en cada municipio, y con eso podían defender esa porción de poder que les pertenece. Pero que estaban listos a pasarse al bando de los que quieren dejar atrás el capítulo kirchnerista y renovar el peronismo. O sea, recrearlo como la alternativa de poder que hoy no es.

Algunos de esos intendentes de Unidad Ciudadana le fueron de frente, hace dos semanas, anunciándole su propósito cuando ella reunió a todos los jefes comunales del conurbano para tratar de evitar la fuga. Otros, menos corajudos, no lo dijeron pero lo hicieron. Un popular intendente, de un distrito clave del Sur del GBA, repartió a mansalva sus boletas de concejales junto con las de Cambiemos. A uno más novato, de la Zona Norte, lo pescaron ocupado en el mismo trabajito. Fuentes peronistas de la Provincia fueron cáusticas al hablar de los jefes municipales: son muy berretas, terminaron poniendo su boleta junto con las de Cristina, las de Cambiemos, la de Massa y la de Randazzo.

¿Habrá sido para tanto? ¿Les habrá servido para salvar la ropa?

Los intendentes que permanecieron fieles a Cristina fueron un puñado significativo: Verónica Magario en La Matanza, Jorge Ferraresi en Avellaneda, Julio Pereyra en Florencio Varela y algunos pocos más. Los otros, antes de defender sin escrúpulos su gobernabilidad, o más bien cuando ya tenían decidido hacerlo, desfilaron sin ausencias por el despacho de Federico Salvai, jefe de Gabinete de Vidal y comandante de la campaña oficialista.

Ya lo dijo Perón: la víscera más sensible del hombre es el bolsillo. Y con el bolsillo -municipal- vacío nadie puede dormir tranquilo.

Todo eso sabía Cristina al comenzar el tramo final de su campaña, que fue el más errático. Donde concedió media docena de reportajes por afuera de su custodia periodística y buscó retomar el color peronista en sus actos y visitas.

Dejó expuesta su naturaleza, antes cuidadosamente maquillada en el camino hacia las primarias. Aquella táctica le había dado pobres resultados, apenas una victoria por el 0,2% que se leyó como derrota política.

Con este cambio le fue mucho peor.

Es posible que también haya sabido Cristina, al promediar ese trayecto entre las PASO y la general del domingo, que el caso Santiago Maldonado no era exactamente igual a como lo estaban vendiendo -al público, a la feligresía militante y quizás a ella misma- sus acólitos y sus operadores políticos y legales.

El 18 de setiembre el periodista Claudio Andrade, corresponsal de Clarín en Bariloche, alertó sobre versiones que ubicaban el cuerpo de Maldonado en el río, a 400 metros del lugar de los incidentes con la Gendarmería el 1 de agosto. Era la hipótesis que el defensor público de Chubut, Fernando Machado, sostuvo en el pedido de hábeas corpus a favor de Maldonado que presentó un día después en el juzgado federal de Esquel.

Causalidad o consecuencia de una filtración informativa que podía contradecir el relato de que la Gendarmería lo había llevado y desaparecido, desde esos días Cristina opacó el caso Maldonado en su discurso proselitista. Hasta ese momento lo había sostenido como argumento central, después de que el libreto sobre la penuria económica y social le naufragara en las PASO.

En los últimos días se precipitó todo.

La aparición del cuerpo, los primeros resultados de la autopsia revelando que Maldonado no presentaba golpes ni lesiones, los indicios de la pericia que indicaron muerte por ahogo y permanencia de más de 60 días en el agua. Y enseguida la revelación, en Clarín, de los dichos del testigo mapuche arrepentido que cruzó el río con Maldonado pero a diferencia del tatuador pudo llegar a la otra orilla.

Fue ese testigo arrepentido quien le avisó al juzgado dónde estaba el cuerpo. El que se subió al bote con los hombres de Prefectura para señalarles con más precisión ese lugar. El que reconoció que había declarado que a Santiago se lo llevó la Gendarmería porque así se lo habían ordenado los jefes de RAMel grupo violento de la comunidad mapuche.

Todo indica que hubo mapuches que supieron la verdad desde el mismo momento en que Maldonado se hundió en el río.

Esa verdad se ocultó por conveniencia política. Fueron engañados o fueron cómplices los fiscales que envió la procesada procuradora Alejandra Gils Carbó y el equipo de abogados del CELS que condujeron a los testigos sosteniendo lo que ahora se sabe que es mentira.

Las verdades que asoman en el caso Maldonado no excluyen las responsabilidades que deban afrontar los gendarmes y funcionarios involucrados. Pero alejan la teoría del secuestro y el crimen.

Son verdades parciales en vías de ser establecidas de modo fehaciente. Y significan una profunda derrota moral para quienes sostuvieron la mentira y la explotación política del caso Maldonado, manipulando sin pudor a la familia y especulando de manera miserable con su dolor.

Si el propósito de toda esa operación siniestra era, además de debilitar a Macri, fortalecer la posibilidad electoral de Cristina, con los resultados del domingo a la derrota moral habrá que sumarle la política.

La ex Presidenta quizás se felicite ahora por la prudencia con que trató el tema Maldonado en el final de la campaña. No se pueden cargar a su cuenta personal los desbordes de su tropa. De hecho, desde que apareció el cuerpo sobrevino un llamativo silencio suyo y de sus candidatos.

En esos días un ministro de Macri recibió el llamado de un atribulado directivo del CELS, quien le dijo: Me parece que los mapuches se mandaron una locura.

El Gobierno, que recién sobre el desenlace de los acontecimientos pudo conocer en detalle lo que estaba sucediendo, atribuye ahora ese silencio final de Cristina a que sabía que este caso no iba a terminar bien para Ella. Es posible. Pero no es lo principal.

¿Cuánto influyó finalmente el caso Maldonado en la elección?

La primera impresión es que resultó neutro, tal como lo suponía el Gobierno y lo midieron algunas encuestas hechas de emergencia por el oficialismo y la oposición.

En todo caso, si hubo alguien perjudicado políticamente no fue Cambiemos.

Elisa Carrió, que habló con desaprensión imperdonable sobre el caso, no pareció ser castigada por el electorado porteño. Pero en la Provincia sostienen que las palabras de la diputada no ayudaron en el final de la campaña.

También la gente de Vidal afirma que el caso Maldonado no movió el amperímetro electoral. Aunque apuntan que tampoco les había movido el número de las encuestas la detención del Pata Medina, el violento sindicalista de la construcción.

Como si las preferencias del electorado hubiesen estado firmes y decididas por cuestiones anteriores y estructuralesajenas a estas coyunturas.

Vidal y Macri desplegaron una campaña enérgica y conceptualmente agresiva. Jugaron duro sobre la responsabilidad del peronismo en el crecimiento del narcotráfico, hablaron de la mafia sindical, martillaron sobre la corrupción del ciclo kirchnerista, sobre la agobiante herencia de pobreza acumulada y la pasmosa ineficacia en la gestión de esos años.

Volvieron a apostar al contraste con el pasado, eludiendo la evaluación rigurosa del presente y proponiendo renovar la expectativa sobre el futuro. La sociedad otra vez les dio su apoyo.

Ahora tienen más poder y más futuro. Y mucha, muchísima más responsabilidad sobre sus espaldas.

Link  https://www.clarin.com/politica/vidal-cristina-miserables_0_BkD18AcTW.html

Memes de Cristina no se hicieron esperar… (Twitter)

 

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