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Tres Años / José Reyes Doria (Julio Astillero)

 

En tres años de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene niveles de popularidad sorprendentemente altos. Es verdad que a la mitad de su sexenio Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Vicente Fox presentaban niveles de aprobación similares o aún mayores que AMLO, pero lo que llama la atención respecto al tabasqueño es que no le hacen mella las tremendas adversidades que ha enfrentado hasta ahora, como la pandemia, la violencia criminal incontenible y problemas profundos como el desabasto de medicamentos. A la ecuación hay que sumar el tema de los resultados específicos de la gestión gubernamental obradorista, que en muchos rubros son malos o medianos, y así son evaluados por las mismas personas que, sin embargo, le dan su respaldo incondicional al Presidente.

La pregunta, entonces, es: ¿Por qué, ante adversidades y resultados insatisfactorios, AMLO tiene tanto respaldo social? La respuesta que parece concentrar las opiniones de especialistas y observadores de la política mexicana, es que el discurso político de López Obrador sigue pareciendo legítimo, auténtico y verdadero a la gran mayoría de la sociedad.

La narrativa presidencial, invencible hasta ahora, se ha sobrepuesto a circunstancias que prefiguraban desastre. Son alrededor de 600 mil muertos por la pandemia de Covid-19 y, sin embargo, el grueso de la población considera que no hay nada que reprocharle al gobierno de López Obrador, pues, piensan, la tragedia viene de afuera. De hecho, en efecto, la pandemia no es culpa de AMLO, sin embargo, son cada vez más los estudios que apuntan a importantes deficiencias, si no es que negligencias, en la estrategia del gobierno de la República para enfrentar al coronavirus, lo cual habría ocasionado la pérdida de vidas que pudieron salvarse con una mejor atención de la pandemia. Pero nada al respecto ha afectado la imagen y la popularidad del Presidente, lo cual refleja, entre otras cosas, la absoluta incapacidad y descrédito de sus opositores para explotar los malos resultados del gobierno.

La persistencia de la violencia criminal también se le ha “resbalado” a la imagen y a la popularidad de AMLO. La realidad es abrumadora: más de 100 mil asesinatos dolosos en la primera mitad de su gobierno. Casi el doble que Felipe Calderón y 30% más que Enrique Peña Nieto. Incluyendo, además, asesinatos de alto impacto social, con imágenes demoledoras de niños, mujeres, periodistas, luchadores sociales, colgados. Pero eso tampoco le ha afectado al Presidente, ni la oposición ni las organizaciones sociales han podido fundamentar y convencer de la responsabilidad de la estrategia de seguridad de López Obrador, que sí la tiene y mucha.

El desabasto de medicinas en clínicas y hospitales públicos sería devastador para cualquier gobernante. Sobre todo, con las imágenes conmovedoras de los niños con cáncer que no reciben regularmente sus medicamentos y quimioterapias. La insolencia y la negligencia de personajes como Hugo López Gatell, acusando que las protestas por el desabasto obedecen a intentos golpistas de los enfermos, tampoco han hecho mella en la popularidad presidencial. Sin embargo, en este punto López Obrador ya tuvo que reconocer que sí existe el problema del desabasto de medicinas, y lejos de impactar negativamente en su imagen, esa confesión aumento su popularidad.

Así podríamos mencionar temas como la creciente asignación de presencia y poder a las fuerzas armadas, el incremento del número de pobres, el nulo crecimiento de la economía o la inflación que ya está castigando a los sectores más desfavorecidos de la población. Nada le ocasiona al Presidente López Obrador daños significativos en su popularidad.

FOTO Galo Cañas -Cuartoscuro

 

Desde luego, hay un conjunto de acciones de gobierno de AMLO que deben destacarse y que, acaso, expliquen en algo su popularidad. La transferencia de grandes recursos públicos a las familias más pobres, el fortalecimiento del salario mínimo, el impulso de la democracia sindical, entre otras. Pero lo que realmente explica, en mi opinión, su popularidad invencible, es la conjunción de tres factores:

1.- Un discurso arrollador por verosímil, legítimo y congruente. La gran mayoría de la gente le cree a López Obrador cuando acusa de corruptos a todos los que se oponen a su gobierno, porque lo identifican como alguien que nunca ha robado nada. La gente siente que AMLO es uno de ellos, que no es prepotente ni altanero con el pueblo. Los símbolos que ha manejado, como volar en vuelos comerciales, comer garnachas en los pueblos o pararse temprano todos los días, son asumidos por la inmensa mayoría de la gente como auténticos e incuestionables. De esta forma, poco importan los resultados de su gobierno, se le perdonan los pocos resultados en seguridad, en salud, en crecimiento económico, en educación. Tampoco importa que se documenten deficiencias o irregularidades en sus programas o en sus mega proyectos: el pueblo que lo respalda dice que los anteriores gobiernos eran más ineficientes y que eran súper corruptos.

AMLO podrá ser ineficiente, pero no es corrupto ni mentiroso: ese es el veredicto y no va a cambiar por nada.

2.- Una oposición política totalmente extraviada y desacreditada. Los partidos políticos de oposición quedaron noqueados en 2018 y, lejos de dar muestras de recuperación, parecen desdibujarse cada vez más. Las críticas y denuncias de las organizaciones y liderazgos sociales, si bien son persistentes y sólidas, no encuentran canales de expresión en el sistema político, debido precisamente a la inoperancia de la oposición partidista.

3.- Quienes antes se movilizaban contra el gobierno, ahora forman parte de él o mantienen alianzas estratégicas con la llamada Cuarta Transformación. Durante décadas, los mecanismos de la protesta social, política, sindical, se fueron afinando y concentrando en un grupo identificado de líderes, organizaciones, periodistas, medios, moneros, académicos. Hoy, muchos de ellos forman parte del gobierno de la República o gravitan en torno a programas y estrategias impulsadas desde el oficialismo.

Por lo tanto, esa experiencia y capacidad acumuladas de crítica y protesta ante los excesos y errores del gobierno, hacen imposible cualquier movilización significativa contra AMLO, pues los compromisos políticos impregnan un sentido oficialista a los que antes se movilizaban contra los abusos del poder.

Finalmente, queda una inquietud: si ningún gobierno es infalible, si todos los gobiernos tienden, por la naturaleza misma del poder, a incurrir en excesos, errores y locuras, ¿qué tan bueno o malo es que el gobierno de AMLO tenga un respaldo tan incondicional que puede reafirmarlo en su idea de que todo va bien y nada hay que cambiar?

 

AMLO: Tres años de popularidad asombrosa, pero inquietante /José Reyes Doria, JulioAstillero.com (México), Diciembre 1

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