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Tocomocho Vital /Luis Ventoso (España)

 

El pasado 29 mayo el Gobierno aprobó lo que bautizó como «ingreso mínimo vital», un subsidio para auxiliar a personas y familias en situación de extrema pobreza. Dado que el drástico cierre de la economía decretado por Sánchez durante meses había dejado a muchos españoles tiritando, con una mano delante y otra detrás y sus neveras vacías, parecía lógico y necesario que el Estado habilitase unos cheques de emergencia para ayudar a pasar el tsunami laboral de la epidemia.

Sin embargo la medida, tal y como se concretó, suscitaba algunas dudas. El Ejecutivo de Sánchez e Iglesias decidió que el subsidio fuese permanente, y no solo una medida paliativa de choque ante una crisis puntual.

El «ingreso mínimo vital» cobraba así un inquietante aroma peronista, pues miles y miles de españoles pasaban a convertirse en votantes cautivos del Gobierno de izquierdas.

La segunda duda estribaba en que la nueva prestación se daba a cambio de nada. La tercera es que España, un país fuertemente empufado, cuya deuda pública está ya en el 110% de PIB, probablemente no tenga pulmón contable como para mantener esas pagas.

Pero el Gobierno lo veía todo clarísimo y anunció el «ingreso mínimo vital» con su habitual fanfarria propagandística: la salvación para 850.000 familias, 1,6 millones de españoles. Estábamos ante «un nuevo pilar del Estado de bienestar», una medida que «sacará de la pobreza a los hogares más vulnerables».

Iglesias, que adora la cursilería, se puso lírico y explicó que en realidad la nueva iniciativa del «escudo social» lo que hacía era «garantizar la libertad» de la gente, «porque una persona que tiene que dedicar toda su energía a sobrevivir y no a vivir no es una persona libre».

Y ahora, vamos a ver qué ha pasado una vez que hubo que bajar de los versos a los garbanzos.

El periodo para solicitar el subsidio se inició el 15 de junio. Quienes lograsen tramitarlo antes del 15 de septiembre, cobrarían de manera retroactiva desde el 1 de junio. Como es lógico, la oferta de que el Gobierno daría una paga a cambio de nada provocó un aluvión de ofertas, 750.000 de entrada, muchas de las personas que en efecto se encuentran en una precariedad dramática (ayer vi una cola ante una Cocina Económica que daba la vuelta a una manzana, personas como usted y como yo esperando por un plato de comida, una estampa devastadora, que se repite por toda España y que las televisiones progubernamentales tienden a ocultar).

Un hombre recibe ración gratuita de comida en Puente de Vallecas el pasado abril, en el marco de la estrategia del gobierno de España ante la pandemia. (ABC)

 

¿Qué está ocurriendo en la práctica con el ingreso mínimo vital? Pues Kafka en estado puro: la mayoría de los aspirantes se encuentran con que es imposible contactar con la Seguridad Social para hacer la solicitud. Teléfonos que no responden y líneas colapsadas. Citas para finales de mes, lo cual ya no permitirá cobrar atrasos. Un muro de frontón. Una Administración inoperativa y sorda, que apenas ha resuelto el 1% de las solicitudes.

Estamos ante el Tocomocho Mínimo Vital, y de Iglesias, por supuesto, nunca más se supo. Vendió la moto y se largó a la piscina ajardinada de Galapagar.

¿Y La Gente? Pues como en el artículo del maestro Larra: «Vuelva usted mañana».

 

 

ENLACE

Tocomocho Mínimo Vital / Luis Ventoso, ABC (España), Septiembre 2

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