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El Nobel y Marx

Para AMLO y Serafín Ríos Elorza

 

Desde que en 1969 se otorgó el primer Nobel de Economía o Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en Memoria de Alfred Nobel  -al noruego Ragnar Frisch y el holandés Jan Tinbergen, “por desarrollar y aplicar los modelos dinámicos para el análisis de los procesos económicos”-, han sido laureados hasta 2021 un total de 89 economistas. Dichos reconocimientos recayeron en 52 yankis, 8 británicos, 4 canadienses, 3 noruegos, 2 holandeses y mismo número de suecos, escoceses y franceses, más uno de cada nacionalidad austriaca, rusa, italiana, alemana, húngara, india y finlandesa. Ningún economista de Latinoamérica figura en tal lista de excelencia.

Además, la academia reconoció a 7 pensadores de doble nacionalidad, a saber: un israelí-estadunidense, un israelí-alemán, un polaco-estadunidense, un greco-chipriota, un indo-estadunidense, una franco-estadunidense (la única mujer, Esther Duflo, en 2019) y un estadunidense-holandés. Los poseedores de pasaporte yanki suman así, en conjunto, 57 premios de ciencia económica, hecho que sin duda representa un justo homenaje a la poderosa locomotora cuya riqueza desbordante baña al planeta entero y explica en gran medida el máximo bienestar global jamás experimentado por nuestra especie, resumido en un umbral de vida que frisa hoy los 70 años.

Siendo mexicano, he querido condensar tal hecho histórico con la mayor nitidez que me es posible a sabiendas de que causaría estupor e incluso enojo -si leyeran el presente artículo- entre una mayoría de  colegas periodistas y sobre todo a los profesores que enseñan ciencias sociales al sur del río Bravo, desde México hasta la Argentina. ¿Y Marx dónde queda?, preguntarán al constatar la ausencia radical de su santón en el listado de las investigaciones premiadas por la Academia Sueca. No pocos sospecharían que el articulista es un agente de la “ciencia neoliberal” (de la “ciencia burguesa” en lucha con la “ciencia proletaria”, en términos del filósofo comunista y sus seguidores de izquierda dura).

Empero, a pesar de posibles conspiraciones persiste el hecho de que ni siquiera un científico soviético modélico como el matemático e ingeniero Kantoróvich -recibió el Nobel en 1975 al alimón con el holandés Tjalling Koopmans, “por sus contribuciones a la teoría de la asignación óptima de recursos”- haya recurrido en sus indagaciones sobre la planificación económica a El Capital, la opus magna de Marx.

Leonid Vitálievich Kantoróvich. FOTO wikimedia.org

 

En efecto, a contracorriente del listado de nóbeles de Economía sin Marx y el espectacular progreso alcanzado durante el último siglo, una inmensa mayoría de universitarios latinoamericanos profesan cual si religión la tesis según la cual el capitalismo crea riqueza a expensas de los obreros explotados. Tal hipótesis es desde hace ya medio siglo un paradigma súper dominante en todas las universidades de la América hispanoparlante. Me lo confirmó el lunes, durante una rueda de prensa, Serafín Ríos Elorza, presidente del Colegio de Tlaxcala, al sostener que “sin duda los trabajadores son los creadores de la riqueza”. No exagero al decir que la idea del capitalismo como un sistema malévolo que “explota” a los trabajadores es premisa común de las “ciencias” -las comillas son inevitables- económica, sociológica y antropológica, y hasta de la filosofía y la psicología que aprenden los jóvenes estudiantes en las universidades latinoamericanas en pleno siglo XXI.

Dr. Ríos Elorza, presidente del Colegio de Tlaxcala A.C.

 

Mas ¿qué hay de cierto en tal idea? Nada, en realidad. Es apenas un prejuicio ideológico que ningún economista sin comillas se toma en serio, como veremos más adelante. Entonces ¿cómo es que dicho prejuicio pudo devenir en paradigma central de nuestra educación universitaria? La respuesta es compleja, aunque se resume en lo siguiente: el éxito del marxismo en nuestra región no fue consecuencia del valor intrínseco de la obra de Marx -que lo tiene escaso- sino de la propaganda política del bloque de dictaduras comunistas que en el marco de la primera Guerra Fría hizo de la “zona de influencia” yanky un target principalísimo. Al respecto hay que considerar que tras la instauración de la URSS, el marxismo quedó entronizado como doctrina de Estado; y que en tal calidad llegó hasta nosotros. No triunfó en Latinoamérica por ser teoría que sobrepujara a otras merced a méritos propios, intelectuales; sino a resultas de la intención explícita de un régimen empeñado en subvertir las democracias capitalistas. Enraizó, pues, como propaganda.

Edición prima del tomo uno de El Capital, único concluido por Marx. FUENTE Wikipedia

 

No se popularizó el marxismo por cierto sin la resistencia de algunos pocos como Antonio Caso. El maestro incumplió el propósito de refutar “en algunas páginas” la obra de Marx, expresado antes de su célebre polémica con Lombardo Toledano (un agente de la Komintern estalinista y hombre muy influyente en el gobierno del militar Lázaro Cárdenas); mas en compensación escribió dos libros fundamentales (desgraciadamente olvidados) acerca de los socialismos en boga entonces, el nacional-socialismo de Adolf Hitler y el comunismo de Lenin y Stalin: La persona humana y el Estado totalitario (1941) y El peligro del hombre (1942).

IMAGEN libreriasdeocasion.com.mx/

 

Volviendo al punto: ¿es el capitalismo un sistema basado en la explotación de los obreros y la riqueza de las democracias un despojo a los trabajadores manuales u obreros, como propusieron Pierre-Joseph Proudhon (¿Qué es la propiedad?, 1840) y Karl Marx (El Capital, 1867)?

“La propiedad es un robo”, concluyó Proudhon, padre del anarquismo, en un afamado ensayo que inspiró entre otros a los hermanos mexicanos Flores Magón. IMAGEN Wikipedia

 

El asunto fue zanjado tempranamente por el economista austro-húngaro Eugen von Böhm-Bawerk, siendo profesor de la Universidad de Innsbruck (posteriormente se desempeñaría como ministro de finanzas de Austria). Böhm-Bawerk recogió en su libro Valor y precio (1889) un reto planteado por Engels en el prólogo a su edición del segundo tomo de El Capital (Marx sólo vio salir a la luz el uno; tocaría al camarada editar casi dos décadas después el segundo, en 1885, y hasta 1894 el crucial tomo tres). En dicho prólogo al tomo II, Engels reta a los economistas europeos a adivinar cómo la teoría del valor de Marx explicaría mejor que ninguna otra el funcionamiento del capitalismo, esto es, los precios reales de las mercancías.

Cuatro años antes de la publicación del tercer tomo de El Capital, el marginalista austriaco replicó que no podría demostrar lo enunciado en el prólogo famoso porque la teoría expuesta en el tomo I se basaba en una falacia. En contraposición a Marx, Böhm-Bawerk explicó que el valor no era algo material (una cantidad dada de trabajo) sino “un valor subjetivo: los productos sólo tienen un valor si los consumidores los quieren”. Había triunfado Adam Smith, no Marx; y así lo confirmaría la economía sin comillas de los siglos XX y XXI. Por eso -no por alguna conspiración imposible- no hay huella significativa del marxismo en los galardones Nobel de la ciencia económica.

Eugen Ritter von Böhm-Bawerk (1851-1914). Respondió el reto de Engels mas no tuvo contra-réplica. FUENTE Wikipedia

 

¿En qué consiste pues el sofisma advertido por Böhm-Bawerk en la teoría del valor de Marx, según la cual el capitalista se apropia legalmente de una parte del trabajo de sus obreros, esto es, de la plusvalía excedente al salario que asegura la reposición de sus fuerzas y también la reproducción de su familia?

Los arqueólogos curiosos de la obra de Marx hallarán sin dificultad el origen del malentendido en la irresolución de una cuestión capital para su propia teoría: la distinción entre los trabajos manual e intelectual. Si como sostiene el hijo más famoso de Tréveris, el precio de mercado de las mercancías es determinado por la cantidad de trabajo promedio (“socialmente necesario”) requerido para producirlas -esto es el cristalizado en las máquinas e instrumentos de producción más el salario y el plusvalor-, aún queda un asunto pendiente: ¿cuántas veces más productivo es el trabajador intelectual (ingenieros, administradores, mercadólogos, etc.) que el menos calificado obrero?

Apuntes preparatorios de El Capital IMAGEN pangeaebook.mx

 

En El Capital hay una referencia muy marginal al asunto, consistente en la afirmación de que el primero sería “varias veces” más productivo. Es todo. Si el economista-arqueólogo busca algo más en los cuadernos de apuntes reunidos por Marx durante su exilio de Londres -publicados a la vuelta del siglo por editoriales soviética y europeas bajo el título Grundrisse o Elementos fundamentales para la crítica de la economía política– y relativos a Smith, David Ricardo, Bentham, Malthus y Proudhon, entre otros, no hallará mucho más que esa frase vaga. Obviamente concentrado en demostrar la validez de las premisas políticas de que partió (una inminente revolución proletaria), restó importancia a un punto crucial para su teoría económica.

¿Cuántas veces es más productivo el trabajo intelectual que el manual: el doble, el triple, diez, cien, mil o diez mil veces más? En retrospectiva, dicha falacia capital puede ser exhibida -y lo pudo advertir Marx si hubiera procedido con espíritu científico- con facilidad de varias maneras indirectas. Por ejemplo: pónganse a competir a 10 obreros bajo iguales condiciones con 9 obreros más un ingeniero, y se percibirá empíricamente cuál grupo crea mucha más riqueza. O bien, inténtese demostrar la validez de la teoría marxista del valor como sistema de explotación capitalista, a propósito de los empresarios más exitosos de nuestro tiempo: los ricachones Gates (Microsoft), Zuckeberg (Facebook), Musk (SpaceX-Tesla) o Bezos (Amazon), y se sufrirá bastante.

Mark Zuckerberg, nacido en 1984, empezó a escribir software siendo adolescente y pronto creó una red que conectaba las computadoras de su hogar con el consultorio dental de su papá. Siendo estudiante de Harvard desarrolló Facebook con apoyo de condiscípulos y un coordinador de ciencias; mas abandonó la universidad tras ser acusado de hackear la intranet de la institución. En 2010 Time lo identificó como uno de los cien más ricos del mundo; y en 2018, Forbes lo ubicó como el quinto multimillonario. La red cuenta hoy con cerca de 50 mil empleados. FUENTE Wikipedia

 

Moraleja uno: el sistema capitalista que nos dio la democracia moderna (la genuina, no los simulacros latinoamericanos) no es acaso un modo de expoliación de la clase obrera sino el más fabuloso e igualador sistema económico habido hasta ahora sobre la faz de la tierra; y los capitalistas o “burgueses”, no son tal vez los vampiros ambiciosos que chupan la sangre al cuerpo social que pintan los caricaturistas, sino creadores de riqueza que sin ellos no existiría.

FUENTE Blog mexicano Izquierda Socialista (marxismo.mx)

 

Moraleja dos: el escandaloso retraso de los centenares de universidades latinoamericanas -casi todas propiedad de gobiernos estatistas o socialistas blandos en lo económico y lo político- debe atribuirse en buena medida no tanto a una falta de inversión sino a una sobre politización que ahoga la curiosidad y la disciplina intelectuales. En particular, al predominio de un paradigma obsoleto y antioccidental utilizado al modo de propaganda por regímenes que hicieron de la obra fallida de Marx una doctrina de Estado. Mientras sigan siendo ante todo centros de adoctrinamiento de los jóvenes, tal rezago científico las acerca cada vez más a la categoría de instituciones “patito”.

Caricatura rotulada por el blog Capitalismo en México que administra una estudiante de la UNAM.
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