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El dedazo y el dedito

Desde el nacimiento de su vida independiente, México ha buscado (muchísimos años sin querer encontrarla) a esa dama llamada democracia.

A los 70 años que el PRI gobernó nuestra patria, Vargas Llosa lo bautizó como “La Dictadura Perfecta”. Había elecciones, sí claro, pero siempre a modo. Las casillas “zapato”, el relleno de urnas o la quema y control de votos se hacía desde el colegio electoral dependiente de la siempre poderosa Secretaría de Gobernación.

No había método sino métodos de elección de candidato y era simple y llanamente la opinión del presidente en turno vía el famoso “dedazo”. El que se movía no salía en la foto y punto.

Los aspirantes debían tener mucho cuidado para no inquietar el pensamiento del gran elector ni con la lejana sombra de una sospecha que pusiera mácula en la absoluta lealtad y complicidad hacia su líder, aunque para todos era sabido que una vez realizada la ascensión al gran hueso y puesta la banda al pecho, el saliente por decisión propia (y del sistema) debía ir al ostracismo y vivir de sus memorias, la pensión y lo “ganado” al servicio de la Patria.

Mucho se ha avanzado desde entonces. La alternancia es algo prácticamente normal en el país, los votos se cuentan por la ciudadanía y, en general, así en nuestro muy mexicano modo de un pasito para adelante y otro para atrás, hemos ido caminando hacia la normalidad democrática.

Sin embargo -siempre hay un pero- ahora vemos que quien se ostenta como líder en las encuestas regresa al modo, no del dedazo sino ahora del dedito. Su dedito pone y quita en la absoluta opacidad. Así se elige en Morena, por el dedito del -otra vez- gran elector. En cuanto a (anti) democracia, PRI y Morena son lo mismo.

Claudia Scheinbaum será candidata al gobierno de la CDMX a pesar que todos los sondeos públicos señalaban a Ricardo Monreal como favorito. ¿Metodología, encuestadora, cifras? Nadie sabe, nadie supo. Igual es en la capital que en los estados.

¿Así pretende gobernar la Patria? No, muchas gracias, Mr. Peje. Los mexicanos ya aprendimos que para atrás, ni pa’ agarrar vuelo.

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