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Drones en Estonia, Dudas en España / Huges (España)

 

Paul Romer, premio Nobel de Economía, dijo hace unos días en la BBC algo que parece obvio, pero que quizás no lo sea tanto: «Es un desperdicio de recursos intentar que las personas vuelvan al trabajo si no se ha encontrado la manera de que sea seguro hacerlo». Nos empeñamos en establecer una oposición entre salud y economía, y no hay una sin la otra.

La «nueva normalidad» que plantea el Gobierno tiene el problema de la incertidumbre. Una incertidumbre sanitaria que es también económica. El papel del Gobierno no debería ser tanto diseñar una «nueva normalidad», precaria e hiperregulada, como garantizar la seguridad para que recuperemos lo antes posible la normalidad, la de siempre, la única deseable.

Y eso pasa por test y protección. Romer pide un esfuerzo mayor estimulando con dinero su producción («si no pagamos más, no recibiremos más»). El objetivo ha de ser tener pruebas para todos los trabajadores esenciales y para diagnosticar a la economía cada dos semanas.

En esa ambiciosa dirección camina el mundo. Estados Unidos aspira a ser capaz de realizar pruebas al 2% de la población, con especial atención a esenciales y vulnerables, y Abbott ya anuncia un millón de test rápidos para los 50 Estados; Estonia, a la cabeza en pruebas, envía drones a sus islas para traer y llevar los test a la mayor velocidad, y el Reino Unido aprovecha la red logística de Amazon para acercarlos a casa de los trabajadores esenciales.

En España, mientras, hay una sensación de confusión. Noticias de productores españoles de PCR no aprovechados, intervención paralizante en los mercados, opacidad en los contratos y proveedores fallidos. Incertidumbre sobre los test realizados y, aún más importante, sobre el objetivo a conseguir.

Según el Principio de Hanlon, no debemos atribuir a la maldad (o a la subrepticia ideología) lo que puede explicar la estupidez. Sobre todo cuando de la estupidez hay tantas pruebas.

Austria ha promovido, a inspiración de Israel, la creación de una «asociación de países inteligentes»; países de distintos continentes que respondieron a la crisis con eficacia y rapidez. La asociación pretende la cooperación entre ellos y podría ser el germen de una unión para futuras relaciones prósperas y seguras (comerciales, turísticas). Sería el inicio de una segregación internacional de países sanos y capaces que no alcanzaría a España, destacada en el pelotón de los «no inteligentes».

Nuestro estupefacto Estado es, muy probablemente, tonto o idiota. Y se va sabiendo. Constatada su idiotez, lo siguiente sería explicarla.

 

 

Drones en Estonia, dudas en España / Huges, ABC (España), 30 Abril

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