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Dos Mata Hari

La detención de una reina de belleza de la ciudad de México fue noticia nacional en pleno Día de las Madres de 1935, informada ese viernes en la segunda sección del diario El Universal con las cabezas: ESPÍA, ESTAFADORA Y CUATRO VECES CASADA /CAPTURA DE UNA MUJER DE LARGO HISTORIAL /Bárbara Hernández Herrera, Alias ‘Mata Hari’, Acusada de Fraude, en Poder de la Policía /Fue Reina de la Belleza en Ixtapalapa y Ahora la Llaman ‘Mata Hari’ /Como fue Pedida de Veracruz, Probablemente Será Enviada Allá.

La nota sin firma cuenta que la Mata Hari de Iztapalapa –“muchacha que veranea en Veracruz y y se divierte en el cabaret ‘Siboney’, de donde es asidua concurrente”- estaba “acusada de un cuantioso fraude cometido en dicho puerto hace algún tiempo en compañía de una muchacha llamada Lupe, cuyo apellido se ignora”. Detalla que “engatusó a un rico comerciante ofreciéndole casarse con él; pero le dijo que le era indispensable enviar a México a su hermana a pagar ciertas cuentas que tenía pendientes, y de ese modo obtuvo algunos centenares de pesos con los que, bonitamente, escapó con rumbo a esta capital dejando al pretendiente con un palmo de narices y lo que es peor, perdidamente enamorado…”.

Portada de la segunda sección de la edición de 10 de mayo de 1935 del diario El Universal.

 

Interpuesta la denuncia por el anónimo ofendido, la chica de 25 años fue atrapada en la capital, en el célebre cabaret “Savoy” sito en el 120 de la calle Bolívar. Se añade a modo de justificación, que Bárbara era “efectivamente una ‘prieta’ interesante”.

El redactor anónimo resume en lo que sigue la vida de la pécora: “Nació en Morelia, en donde se casó, según ella refiere, con el teniente coronel Román González, de quien enviudó quedándose con algunos dineros que el militar le dejó en herencia. Con su madre vino a San Juan Teotihuacán, en donde compró una casa y una granja, y allí vive la autora de sus días, en tanto la muchacha se ha dedicado a correr el mundo”.

Hasta aquí todo suena bastante normal, digamos: una chica tima a un ricachón atenida a sus encantos. Aunque, ya se vislumbran algunas similitudes con la vida de la famosa Margaretha: enviudó de un militar, y si bien no hizo de bailarina exótica, nuestra Bárbara compartía con la neerlandesa el gusto por los cabarets.

Luego el paralelismo se estrecha abruptamente: “Parece ser fue espía en Guatemala, y que recientemente estaba en tratos con los bolivianos para servir de espía de guerra con motivo de la contienda en el Chaco, y ella había aceptado comenzar sus labores en esta capital, acercándose a personas en cierta forma conectadas con los asuntos interiores en relación con la venta de armas y los asuntos de guerra”.

Agrega la nota que “la historia amorosa de ‘Mata Hari’, como se le conoce en los cabarets, es muy curiosa, pues además de haber estado casada con el teniente coronel Román González, fue esposa de un francés, de un alemán y de un norteamericano”. Refiere el nombre del yanky: Samuel Hans, aunque no los europeos.

Bárbara, una prieta interesante.

 

Remata la analogía, así: “Y de estos tres se divorció alegremente, quedándose con algún dinero. Y, como es muy manirrota, pues acostumbra ser en extremo generosa con sus compañeras pobres o enfermas, resulta que todo el dinero acumulado en tales aventuras se ha evaporado como humo. Tan sólo posee la casa y la granja en que vive su madre en San Juan Teotihuacán”.

Al cabo, la noticia concede un breve espacio a la propia versión de Bárbara: “Por lo demás, ‘Mata Hari’ niega rotundamente haber cometido fraude alguno en Veracruz, dice que, acaso, podrá tratarse tan sólo de una venganza de algún enamorado galán que ahora padece el tormento del despecho”.

A los paralelismos apuntados -belleza y juventud, viudez de un militar, afición a la vida nocturna y los amoríos, generosidad y despilfarro-, hay que sumar la atribución -casi seguramente gratuita- a la doppelgänger mexicana del espionaje. La gratuidad es sugerida por el párrafo final que se desentiende del espionaje hasta languidecer en trivialidad de nota roja: “Se dio aviso a las autoridades veracruzanas para que cumplan con las formalidades legales y pidan, por exhorto, el envío de la muchacha”.

Cabe preguntar por qué la redacción de la sección policiaca de El Gran Diario de México eligió el apodo de Margaretha Geertruida Zelle, la heroína del libro publicado el pasado año por Paulo Coelho (La espía, Planeta y Grijalvo) que murió fusilada dieciocho años antes de la aprehensión de Bárbara en un bosque de Vincennes, al este de París, el 15 de octubre de 1917.

¿Ligereza de un redactor sensacionalista?

No sería menor, por cierto, que la de los militares franceses que enjuiciaron y condenaron a puertas cerradas a la reinventora de sí misma como princesa hindú e innovadora del hoy popular strip-tease.

TRÁGICA MARGARETHA

La auténtica ‘Mata Hari’ (ojo del día, sol matinal, en malayo), descendiente de un sombrerero divorciado y vuelto a casar, trazó con su vida un dibujo vertiginoso, ondulante de placeres e ilusiones, desencantos y tragedias, pagando al cabo con su vida -ante un pelotón, entregado su cuerpo insepulto a practicantes de medicina, exhibida su cabeza cuarenta años en la sala de criminales del Museo de Anatomía de París- la psicosis suscitada en Europa por los horrores de la Primera Guerra Mundial.

Margaretha con esposo Rudolph MacLeod en India. (Wikipedia)

 

Margaretha nació en el apacible y acuoso municipio de Leeuwarden, en Holanda. Quedó huérfana de madre antes de cumplir los 17, deambuló en las casas de un padrino y un tío, y tras comprometer por carta con el capitán Rudolf MacLeod, veintiún años mayor, fue llevada siendo ya madre de dos criaturas a Java, Indonesia (entonces parte de la Indias Orientales Holandesas), donde su fugaz felicidad doméstica terminó con la muerte -presuntamente de sífilis: el sida de la época, pues el salvarsán de Ehrlick, discípulo de Koch, estuvo disponible hasta 1910- del primogénito y la agudización del alcoholismo del celoso esposo.

La leyenda de Mata Hari dio comienzo al volver a Europa. El marido la acusó de libertina y le escamoteó una pensión, probablemente para ganar la tutela de la hija sobreviviente, condenándola así a la miseria. Posó por nada, como Lady MacLeod, para pintores en París; y tras una breve estadía en su natal Holanda -donde concibió suicidarse- regresó a la Ciudad Luz recreada al gusto del romanticismo en boga: una huérfana oriental iniciada por sacerdotes de Siva en los misterios del misticismo y la sensualidad.

En el lapso de un lustro conquistó los teatros y la libido de Francia, España, Austria, Italia y Alemania. “No bailaba para nada, pero sabía cómo desvestirse progresivamente y mover su cuerpo, delgado, esbelto y orgulloso. Llegaba prácticamente desnuda a los recitales, danzaba vagamente con sus ojos bajos y desaparecía envuelta en velos” -describió Colette en Le Figaro su sensacional espectáculo en el Grand Hotel (citado por Graciela Iglesias en un reporte para el diario argentino La Nación, “Mata Hari, la espía inocente”).

Reinvención como Mata Hari. (t13.cl)

 

Luego, al menguar su belleza, a partir de 1910 sobrevivió Margaretha principalmente como cortesana y merced a funciones privadas de su arte. Se cuenta que llegó a cobrar a banqueros, políticos y diplomáticos hasta 10 mil francos. Aunque esa vida de abundancia y derroche llegó a su fin hacia 1915, el apodo Mata-Hari se convertiría en marca de perfumes, maquillaje, ropa, muebles e inclusive cigarrillos, y finalmente, lo consagró en celuloide Greta Garbo en 1931.

UN JUICIO DUDOSO

Pero ¿qué hay del espionaje? La hipótesis hoy predominante es que si bien Margaretha vendió algunos “secretos” más bien inanes de alcoba o tomados de los periódicos, a los bandos francés y germano, en realidad fue víctima de acusaciones básicamente falsas al gusto del ardor nacionalista fomentado por el gobierno galo para atemperar la tragedia de las trincheras de la guerra.

Ciertamente Francia estaba urgida de chivos expiatorios… y ella podía descargar a la nación de responsabilidad por la muerte inútil de miles de jóvenes franceses, atribuyéndola a supuestas dilaciones. En efecto, la necedad habitual de los militares había arrojado a decenas de miles de soldados contra los nidos de las nuevas ametralladoras y los cañones letales, sin ganar durante meses y años ni un metro del campo. Culpar en juicio secreto a una espía doble y para colmo ramera envejecida, de los horrores que segregaron a un Adolf Hitler, era a la vez fácil, amén de sicológica y políticamente rentable.

Así debió verla Colette hacia 1906. (Museum Guimet)

 

Los detalles del juicio fueron reservados por Francia un siglo, plazo que vence este 2017. Debido a dicha secrecía dos ministras de Justicia, Elisabeth Guigou y Marilène Lebranchu, se negaron en 1999 y 2001 a revisar el caso. La segunda solicitud de revisión fue respaldada por el alcalde y el curador del museo de Leeuwarden, Loekie van Maaren y Gerk Koopmans, así como el catedrático de Derecho y héroe de guerra Léon Schirmann (quien a la sazón ofreció cubrir los gastos con las regalías de su libro Mata Hari, autopsie d’une machination) y por otros abogados franceses.

Entre otras iniquidades, los expertos modernos han comprobado que acusaciones como el desembarco de tropas del Kaiser en Marruecos y ciertos movimientos en Francia, habían aparecido en la prensa, de donde la acusada los tomó directamente. La acusación más “dura” contra Mata Hari, un mensaje encriptado de los alemanes captado mediante una antena instalada en la Torre Eiffel -la Primera Guerra trajo además de las primeras armas químicas de destrucción masiva, un perfeccionamiento de las labores de inteligencia-, ha sido desmontado por Schirmann, quien asegura que fue enviado a sabiendas de que los franceses podían descodificarlo. La contrainformación refería que el agente H21 sacaría dinero de un banco en una fecha coincidente con la enésima visita de Margaretha a París.

Margaretha el día de su arresto, 13 de febrero de 1917. (wikimedia.org)

 

La versión oficial -y parcial, dado que salvo el acta del juicio divulgada en los años cincuenta, el gobierno clasificó el grueso de los papeles del proceso- se resume en lo siguiente: Karl Kroemer, un cónsul alemán en Amsterdam, convenció a Mata Hari de convertirse en la agente H-21; y una vez engolosinada con el dinero, la bailarina ofreció sus servicios también al capitán francés George Ladoux, sirviendo de intermediario en la trama Vadim Maslov, un oficial ruso dieciocho años menor al que ella ayudó estando malherido y del que se enamoró. El mismo que en el marco de las diligencias judiciales la tildó de “mujer aventurera”.

“¿Una ramera? ¡Sí!, pero una traidora ¡jamás!”, se dice que respondió Margaretha a la vil traición del amante, al explicar durante el proceso de guerra que aceptó un pago de 2 mil dólares del gobierno alemán para recuperar algo de la confiscación de sus abrigos y equipaje sufrida en Berlín en 2015.

Ante el pelotón. (tanea-diaspora.net)

 

MITO Y VERDAD

Ícono iconoclasta en una época convulsa, el mito de Mata Hari se reafirmó con su asesinato.

Cuando la apresaron el 3 de febrero de 1917 en la habitación 113 del exclusivo Hotel Elysée Palace, habría reclamado tiempo para asearse y reapareció desnuda ante sus captores, a los que ofrecería bombones portados en un casco prusiano. Y cuando la mataron, lanzaría besos y mostraría un pecho -como la Garbo en el filme- a soldados que fueron vendados para evitar la subyugación que la atrevida ejercía sobre los ojos de los varones…

Empero las fotos del arresto y de la fusilata la muestran vestida conservadoramente, de negro, muy decaída físicamente, casi fea. Como sea, dos hechos verdaderos trascendieron a la infamia de los juzgadores judiciales y los moralistas. Uno es que sólo cuatro fusiladores acertaron el disparo (uno en el corazón que ahorró sufrimiento). Schirmann cita a un periodista que atestiguó la escena: “Demostró un coraje sin precedentes, partió con una sonrisa en sus labios como en la época de sus grandes triunfos en la escena”.

Poster de la peli. (fotogramas.es)

 

El otro hecho es anterior: su intento fallido de recuperar, cuando tuvo dinero y poder, a la hija que le arrebataron.

Y, por último, queda el juicio de la historia que no tolera verdades oficiales definitivas.

Tras revisar archivos en toda Europa para limpiar el nombre de la aprendiz de espía, Schirmann resume así el caso famoso: “Cada pieza de evidencia no hace más que confirmar que Mata Hari fue víctima de una mentira patriótica del establishment francés interesado en endilgarle a alguien los desastres militares y las privaciones de la población civil en 1917, un año en el cual el ejército se amotinó y los aliados llegaron a contemplar la posibilidad de una derrota”.

Portada de Mata Hari, autopsia de una maquinación (Editions Italiques, 2001).

 

Completó la reivindicación en curso el abogado de la comuna holandesa donde Margaretha vio la luz primera, Thibault de Montbrial, con estas palabras: “Francia debe, por su propio prestigio, limpiar la reputación que ha ensuciado. El único delito de Mata Hari fue el haber sido la víctima perfecta: extranjera, manifiestamente inmoral y una mujer que disfrutaba ostentosamente de la vida mientras los soldados franceses perecían embarrados en campos de batalla como el de Chemin de Dames”.

En octubre los archivos serán desclasificados por completo. Dentro de algunos meses conoceremos algunas transcripciones de lo declarado por una mujer que quedó atrapada entre el deseo y las intrigas de los hombres de su época.

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