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Un Terrible Dilema / Luis Ventoso (España)
Un terrible dilema / Luis Ventoso, ABC (España), 5 Mar
Semanas atrás tuvimos el privilegio de ver «La bohème» en el Covent Garden. La función fue estupenda (y si no lo hubiese sido, el suntuoso bar de la ópera de Londres nunca falla). Todo el mundo conoce del final de la historia que musicó Puccini: la modista Mimi muere en brazos de su desolado amante, el poeta bohemio Rodolfo. Lo que se lleva a la encantadora Mimi desde el Barrio Latino al otro barrio es la tisis, con la que pelea a lo largo de toda la obra. El ser humano panda con la tuberculosis desde hace más de 15.000 años.
Es normal por tanto que la vieja «mycobacterium tuberculosis», o bacilo de Koch, se cuele en la alta cultura.
«La montaña mágica», la obra maestra de Thomas Mann, es una novela filosófica que discurre en un sanatorio para tuberculosos de los Alpes, donde una burguesía selecta simula que mantiene el alterne, pero muy consciente de su espada de Damocles. Cela, que superó la enfermedad en el Sanatorio de Guadarrama en 1931, escribió una excelente novela sobre cómo la convalecencia detiene el tiempo, «Pabellón de reposo». La tuberculosis se cuela hasta en las películas de vaqueros. En «Duelo en O. K. Corral», del infravalorado John Sturges, Kirk Douglas da un recital encarnando al pistolero tísico Doc Holliday, tahúr, bebedor y cínico, pero todavía con un rescoldo moral.
A mediados de los años cuarenta comenzaron los tratamientos farmacológicos contra la tuberculosis, que hoy se cura en seis meses con pirazinamida (aunque existe una variante multirresistente). Ya no forma parte de nuestras conversaciones, pero sigue ahí. Cuando yo era chaval, mi padre la pilló en los barcos y toda la familia hubimos de pasar por el tratamiento preventivo. Según la OMS, está latente en un cuarto de la humanidad y cada año enferman diez millones de personas y se cobra 1,5 millones de vidas. Pero hemos aprendido a controlarla y sobrellevarla.
Las autoridades sanitarias trabajan en la fase de contención del nuevo Covid-19, que sin duda es un problema muy serio (y algún día conoceremos las causas de su génesis allá en Wuhan). Pero parece evidente que la crecida de casos impedirá abordar la enfermedad como se está haciendo hoy.
Los países se verán forzados a plantearse una terrible pregunta, que en realidad ya flota en el ambiente: ¿Intentamos frenar el coronavirus a toda costa, asumiendo incluso el precio de parar los países por completo, o asumimos que la enfermedad va a estar ahí y que habrá que conllevarla?
¿Puede ponerse a todo un planeta en cuarentena? Italia ha cerrado colegios y universidades. Pero si hay que evitar las congregaciones de gente, ¿dónde ponemos el límite? Hípermercados, metro y autobuses, oficinas, fábricas, cafés, tiendas…
¿Lo cerramos todo? El reto demanda calma, a la espera de la cura médica, que llegará.
También sería bueno serenar a políticos intrépidos, como la ministra de Trabajo del podemismo. Abogada de enjuto currículo laboral, sin encomendarse a nadie ni consultar a quienes saben, se puso estupenda y lanzó unas normas desproporcionadas que han sido rechazadas por la patronal, los sindicatos y el ala PSOE de su propio Gobierno.
Por favor, absténgase aficionados. Aunque les guste salir en la foto.

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