Código Tlaxcala
“Ninguna sociedad democrática puede existir sin una prensa libre, independiente y plural”. Kofi Annan
b2

Tabúes

Aseveró el maestro de gramática latina, en su primera clase: No sé ustedes, pero a mí la carne de cerdo me gusta para cenar, y la de hombre para hacer el amor.

            Al cesto de basura se fue el interés supremo respecto de los contenidos de gamática latina: El alfabeto latino, los casos y su función, las cinco declinaciones, el pluscuamperfecto de indicativo, la aposición, la voz pasiva, el tiempo relativo, el infinitivo histórico, el supino…

Los pupilos todos queríamos husmear la vida privada del profesor. Revestirnos de una actitud de notoria apertura, ser mente abierta, liberarnos del mugroso prejuicio que impone la sociedad y francamente nos estorbaba.

A los años, olvidada está la Morfología básica de los adjetivos de la tercera declinación, con sus aclaraciones. En el presente se quedó para los alumnos esa declaración de principios que el maestro de gramática latina quiso compartir porque sí, a propósito de nada, escribiendo en el pizarrón una única palabra: Tabúes.

Pasado el tiempo, a sus condiscípulos nos queda muy claro que, por ejemplo, la Liga Mexicana de la Decencia se estira hasta tensar el cuerpo y mantener una postura de rígido conservadurismo, o bien, en la mente y en la acción resulta dúctil, dispuesta a entregarse sin consideraciones.

La expresión demandante “Flojita y cooperando”, y su retadora respuesta “Durito y aguantando”, es la más ilustrada situación de una liga que tiende a ser aparentemente pasiva, difunta, pero a la menor provocación sucumbe a tensar y apretar, a manera de vívido aviso en el cuerpo de quien inició la manipulación.

En este sentido, el mexicano es una liga propensa a juegos de hábil tentoneo: estira y afloja el cuerpo, marca la piel, desafía reventarse y revienta con el saldo del dolor por el ligazo que deja rojo el cuero; el mexicano oscila entre ser una liga decente y otra de sentones según sea celebrado el rito del placer.

Entre las posturas ideológicas respecto de las conductas, actividades o costumbres prohibidas por una sociedad y las posiciones corporales a la hora de sudar el sexo seboso y sabroso sin sosiego, se nos va la hermosa vida.

O para continuar con la imagen de la liga, se nos estira y encoge el ánimo de acuerdo a nuestra moral personal.

Lo prohibido y lo deseado, la realidad y el deseo, lo bueno y lo malo, lo rico y lo malsano son dualidades que probamos casi a diario: lo que negamos con la palabra lo hacemos en la fantasía de los sueños; los sueños que narramos cuando estamos despiertos nos resultan excesivos a la mera hora de la verdad, del encuentro; hay diablos que nos tienen miedo y dioses que nos tienen ganas. Es la detonación de los deseos.

La liga se estira y se achica cuando el aroma de la sexualidad penetra a tal punto que llega a imponerse como tema en la mesa familiar, en el salón de clase, en el Ministerio Público, ante el psiquiatra, en el confesionario, en la intimidad de la cama, en una consulta médica…

Qué incómodo resulta para muchos tener que hablar de su sexualidad, más si ha sido negada para sí mismos y han querido ocultar sus gustos, fantasías, preferencias, infecciones y traumas sexuales.

Si consideramos que tabú es una conducta moralmente inaceptable por la sociedad, grupo humano o religión; o, aquello que aún estando presente no puede ser nombrado, o es pronunciado con eufemismos para simular que no se nombra, la sexualidad es tema tabú que acomoda su gran trasero para hacernos la vida más ligera, más pesada, vivaz y divertida, seria y desatada, preocupante, repleta de nostalgia.

Masturbación, sexo prematrimonial o extramatrimonial, pornografía, homosexualidad,  bisexualidad, incesto, zoofilia, pedofilia, impotencia sexual, sadismo, masoquismo, voyeurismo, travestismo, lesbianismo, satiriasis, explosión ninfómana… ¿en qué color de los ya expuestos uno queda totalmente ajeno? ¿Qué parte de este vitral multicolor no somos nosotros? ¿Cuál es el cromatismo del cual estamos hechos?

Las maneras de vivir la sexualidad han sido distintas por el matiz que da el contexto, la mentalidad, el respeto a ser en la intimidad lo que uno quiera ser.

La sentencia vulgar, el escupitajo que daba aviso aleccionador de cómo tenía que ser la mujer: “una santa en la casa y una puta en la cama”, es una de las maneras más abiertas que se conocen, y es añeja, respecto de una conducta que atiende tanto a lo social como a lo íntimo.

En nuestros días, ser feo, fuerte y formal ya no es estrictamente un fin deseable: el spornosexual (ama el sexo, es muy masculino, se exhibe en ropa interior a través de las redes sociales, usa ropas arrugadas, barbado, tatuado, experimenta también con hombres el apetito sexual), el metrosexual (se interesa sobremanera por su aspecto físico, por las apariencias, atentísimo de las últimas tendencias de moda e imagen) y el milímetro sexual (lo dicho anteriormente pero de a poquito, a lo pobre), tendrán algo qué decir.

¿Definirse es una obligación social, urgente? No en sexualidad: la preferencia es de acuerdo al apetito y la disposición de entregar el cuerpo a otra persona. De ahí, la vigencia del heteriflexible: hombre que no tiene duda de su heterosexualidad pero de cuando en cuando se permite contacto carnal con otro hombre.

¿Y el heterocurioso? Pues es aquél que decide probar por mera curiosidad, para que nadie le cuente, para asumir que si la vida es conocimiento, él lo hará empíricamente para tener un juicio propio, responsable.

Lo que no se dice de frente se confiesa en Internet y por medio de éste se consiguen momentos virtuales de encarrerado erotismo, esto deja como saldo una Laptop bien caliente por horas de uso al igual que el usuario por el tiempo que gozó en la seguridad de su hogar.

No conozco tabú más grande y hermético en la historia de nuestro país que el que se desborda de tres manifestaciones del poder institucional: la iglesia, el gobierno y la milicia. Las tres resultan un verdadero retroceso, fracaso y negación cuando el tema sobre la mesa es de sabor y consistencia sexual.

Las iglesia y la milicia se apegan en discurso a lo que prohíbe la sociedad, como si las conductas, actividades y costumbres hechas por cada uno de sus miembros sean humanamente posibles en la línea recta de la moral, la ética, los principios, el temor a Dios, la renuncia en cuerpo y alma a los deseos todos de este mundo. Este es a mi parecer el tabú de tabúes en nuestra historia. Pareciera que los hombres y mujeres que amasan poder en las instituciones ya dichas son en verdad una especie ajena a los apetitos mundanos que todos tenemos. Seres sin sexo. Esto implica que entre ellos, los de sotana y corbata e insignias en el pecho, no existe ni por equivocación manifestación o experiencia alguna del vitral antes recordado: masturbación, homosexualidad, voyeurismo, masoquismo, travestismo…

Viven e imponen sus leyes, sus discursos, su autoridad, como si ellos fueran totalmente ajenos a cualquier práctica sexual; o más aún: invitan a pensar que ninguno de su familia ni sus parientes visten los colores del vitral de la sexualidad.

Por eso, hay tabúes que se dicen bajita la voz, en cuatro paredes, dentro del auto, en un café del portal, nada más en la mente, porque sólo suponerlo ya es una falta imperdonable en la sociedad que nos impone el orden.

El maestro de gramática latina no sólo escribió en el pizarrón la palabra Tabús, compartió también un vocabulario sexual latino muy memorable: Pedes tollere: abrir las piernas; Muccus: semen; Mentula rigida: pene rígido; Irrumatio: meter el pene en la boca; Cunnus: vagina.

Pasados los años, el desenfrenado maestro de gramática latina –nos enteramos– cuando vio por última vez a su esposa, le gritó en latín una despedida que, según mi traducción, dice así: “Llora, insensata. Mi pene ha renunciado a ti. Ahora perfora el trasero de los hombres. Adiós, maravillosa feminidad. Recuesta tu cuerpo sobre la cama del placer. Vendrán otros a horadarte”.

¿Qué opinas?
Cargando...