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¿Quo Vadis, Pedro? / J.M. Carrascal (España)
¿Quo vadis, Pedro? / José María Carrascal, ABC (España), 5 Abr
«Es el momento de romper los viejos dogmas nacionales. Estamos en un tiempo nuevo y necesitamos respuestas nuevas», así empieza el alegato que Pedro Sánchez dirige a los europeos, españoles incluidos, desde varios periódicos. Y así han empezado siempre los demagogos sus discursos para llevar al pueblo del ronzal.
O sea, que más que algo nuevo, es algo viejo, muy viejo, que se oyó en las plazas de Atenas, Roma, París, Madrid, Moscú, Berlín y tantas otras ciudades como preludio a la caída de las democracias. Porque aunque esos libertadores dicen «conservemos nuestros valores positivos y reinventemos el resto» (sigo citando a Pedro Sánchez), lo que hacen es cargarse los valores establecidos e instaurar la forma más antigua de gobierno: la de un líder y un partido, sin dejar al resto otra opción que obedecer. Aprovechando la generosidad de la democracia para subvertirla y valiéndose de todas las oportunidades que se les presentan para conseguirlo.
¿Se encuentra España en tan angustiosa tesitura? Para responder, tenemos que analizar lo que dice el Gobierno de Sánchez y, sobre todo, lo que hace.
Su acceso al poder fue ya peculiar: no por unas elecciones, sino por una moción de censura apoyada en «la corrupción del PP». Cuando su partido ha protagonizado el mayor caso de corrupción de la democracia española (ERE). Luego, Sánchez había prometido convocar elecciones de inmediato. Primera de sus mentiras: lo que hizo fue posponerlas cuanto pudo mientras se afianzaba en el poder. Tanto o más inquietante es la composición de su gobierno: una mezcolanza de partidos que sólo tenían en común acabar con la España salida de la Transición, e incluso convertirla en nacioncitas más o menos históricas.
Con el PSOE en manos de un hombre que se ha cuidado de neutralizar cualquier disidencia interna, y Unidas-Podemos, que no oculta el viejo sueño comunista: ya que no puede hacer de España una república soviética, hacer por lo menos una bolivariana. Y los nacionalistas aún más, pues buscan no ser españoles. No son los compañeros más indicados para hacer el Estado «fuerte, próspero y unido» que proclama Pedro Sánchez. Si en condiciones normales conseguirlo era ya difícil, la irrupción del Covid-19 hizo añicos tales planes.
A la crisis sanitaria, que el Gobierno no supo ver ni atajar, se une la económica, con características de tsunami.
Han faltado medios y han sobrado muertos, sin que el Gobierno pueda ofrecer otra cosa que mantener la hibernación. Tiene incluso preparada la explicación si fracasa: echarle la culpa a una Europa «que no ayuda a quienes lo necesitan, poniendo en peligro el gran proyecto común», dice en su artículo. Cuando sin los fondos de cohesión europeos, España no tendría su red de autovías ni hubiera modernizado su agricultura e industria. Pero tales minucias no importan a un hombre que no hace distingos: igual miente a españoles como a extranjeros.
Y si le preguntan dónde va, responde «yo no voy, vengo de La Moncloa y no pienso moverme de ella». Lo único que le importa.
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