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Margaret Bourke, la Indestructible Fotógrafa que no Aceptaba un No
Un desarrollo tecnológico sin precedentes y una crisis convertida en depresión por los desastres climáticos marcaron el comienzo del siglo XX y de la carrera de una de las fotógrafas más importantes de la historia. Una exposición revisa aquellos tiempos no tan distintos de los actuales y definidos -como la vida de Bourke-White- por el espíritu de superación.
«No tener miedo». Esa es la enseñanza de sus padres que Margaret Bourke-White, nacida en el Bronx en 1904, valoraba más. Su padre -ingeniero e inventor- y su madre -una inquieta irlandesa dedicada a la crianza de sus tres hijos- establecieron las bases, según cuenta ella, de su modo de vida: «espíritu de superación y amor por la verdad». Además, la animaban a viajar y a hacer todo lo que una mujer no hubiese hecho (como declaración de principios antepuso el apellido de su madre, Bourke, al de su padre). Así que desde muy pronto sus inclinaciones fueron singulares: se licenció en Biología y se especializó en reptiles porque se imaginaba recorriendo junglas.
Pero inició otros muchos estudios; su curiosidad era insaciable.
Así llegaría a la fotografía, aunque ya había heredado la afición de su padre por las cámaras. La muerte de este cuando ella tenía 17 años la abocó a buscarse la vida porque la habilidad de su padre como inventor era inversamente proporcional a sus dotes como inversor. Eso la impulsó también al matrimonio recién cumplidos los 18, aunque solo duró dos años.
A los 21, empezó a ganarse la vida como fotógrafa de arquitectura en Cleveland. Sus fotos llamaron la atención de Henry Luce, entonces director de la revista Time. En 1929, Luce la invitó a unirse a un nuevo proyecto: la revista Fortune, que iba a ser un canto a los negocios y el progreso… justo cuando se había producido el crack bursátil del 29. Y, curiosamente, la publicación fue un éxito.
Aquella fe en la industrialización imbuía de entusiasmo también a la joven Margaret, que sentía tanta fascinación por el capitalismo como por el comunismo soviético.
Ningún fotógrafo había podido documentar Rusia. «Nada me atrae más que una puerta cerrada -escribe Bourke-White en su biografía-. Era una oportunidad única de ver un país en transición entre un pasado medieval y un futuro industrializado». Logró entrar en 1934 gracias a los industriales americanos que ayudaron a construir la URSS y que en su mayoría eran de Cleveland. «Por supuesto, estos grandes constructores americanos no eran peligrosos rojos ni nada parecido. No trabajaban por razones ideológicas, sino por estrictas razones de negocios».
Pero lo que cambió su vida fue la cobertura de la Gran Sequía en 1934. Fotografiar aquella tragedia -confiesa- hizo que «reparara en la gente en un sentido humano y empático como nunca antes». A partir de entonces abandonó la fotografía publicitaria (aunque le pagaban mil dólares por foto) y decidió aceptar solo encargos «que yo sienta que se pueden hacer de forma creativa y constructiva».
Decidió hacer un libro para conocer mejor su país y buscó a un escritor para el proyecto. Encontró a Erskine Caldwell. Acabarían siendo equipo y matrimonio. Apenas acabó el viaje para el libro, Luce le cuenta que van a sacar una nueva revista centrada en la fotografía: Life. En los años siguientes no paró de viajar y Life sería el mayor éxito editorial de la historia.
Tras el ataque a Pearl Harbour, que implicaba la entrada de Estados Unidos en la guerra, Bourke-White se separó de Caldwell. Él quería aceptar una oferta en Hollywood; ella, cubrir la guerra. No tuvieron hijos, ella no quiso porque no encajaban con su tipo de vida. Consiguió que las Fuerzas Aéreas la acreditasen como reportera y su cobertura de la guerra la hizo mundialmente famosa. Luego recorrería todavía medio mundo: la India, África, Corea… pero la gran batalla de su vida estaba por venir.
Empezó en 1952 con una molestia en la pierna. Después de años de diagnósticos equivocados, recibió el acertado: párkinson, enfermedad contra la que luchó hasta su muerte, con 67 años. Y fue una lucha porque Bourke-White, que hasta entonces no sabía nada de la enfermedad, decidió someterse a todas las pruebas y experimentos que pudiesen ayudar a combatirlo. «La gente bienintencionada me aconsejaba aprender a aceptar la enfermedad. Mi convicción era exactamente la contraria. Tener una visión realista, sí. Pero aceptar la enfermedad, nunca. Tirar las armas en medio de la batalla era impensable». Su esfuerzo le permitió prolongar durante unos años el control de su cuerpo y escribir su autobiografía.
¿Por qué tanto empeño? «No lo sé, supongo que es como en mi trabajo profesional, donde el mejor halago que me podían hacer era ‘Maggie no acepta un no por respuesta’».
Cuando sufrió párkinson, grabó un documental sobre su rehabilitación (que incluía arrugar papeles y así ejercitar las manos, en foto) para quitar el estigma sobre quienes padecen esa enfermedad. Murió en 1971, a los 67 años.
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Margaret Bourke-White, la indestructible fotógrafa que no aceptaba un ‘no’ por respuesta / Lourdes Gómez, XLSemanal (España), Agosto 30