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El sueño (agonizante) de ser YouTuber

La era del Internet nos ha permitido el sueño de la fama. Una fama instantánea y global. A través de plataformas como YouTube es posible tomar una cámara y subir contenido a la red, y si hay suerte o un contenido con bastante “punch” le dará la vuelta al mundo. Generalmente los contenidos virales son aquellos que tocan las emociones más elementales, videos que desatan la indignación, la ira o la risa son una garantía de millones de reproducciones.

Lo cierto es que así como se hacen famosos algunos videos, también se vuelven completamente olvidables. Nada es permanente en el tiempo fugaz de lo viral, que tampoco le da lugar al silencio o al vacío: cuando un fenómeno se acaba, otro ya comenzó a reemplazarlo.

Pero hay otra vertiente del contenido en YouTube que no son impulsivos video virales, sino aquellos que reflejan el enorme ánimo de saber, desde las cosas más triviales del día a día, como una receta, cómo maquillarse o limpiar unos zapatos de pana hasta la curiosidad sobre temas más complejos que se ven en la escuela. Hoy por hoy vemos todo tipo de temas en esta gran biblioteca visual que se ha convertido YouTube, donde muchos jóvenes (y no tan jóvenes) han convertido en realidad su sueño de ser vistos y escuchados, y lo mejor de todo, que les paguen por ello.

YouTube, esta plataforma que lentamente se ha convertido en parte de nuestra vida. YouTube nos acompaña a todas partes (donde haya Internet) para darnos respuestas con un simple click; se alimenta glotonamente del contenido de todo un ejército de personas que graban, suben, comparten, promocionan un video con la esperanza de tener en su haber un “público” de entre la nebulosa que es el Internet. Con regular, buena o excelente producción cuelgan sus videos y hacen de esta famosa plataforma un gran negocio, un sueño cumplido en beneficio de la creatividad y la libertad de expresión, esperando también recibir su tajada del pastel.

Hemos visto una evolución del youtuber, que en sus inicios parecía un término exclusivo de los jóvenes, pero que ahora incluye a todo tipo de personas, de todas las edades, nacionalidades, formaciones y conocimientos. Atrás han quedado los videos caseros con una cámara mal colocada, de baja resolución y mal sonido, hoy los que tienen el control de los millones de reproducciones son aquellos que se han superado a sí mismos con mejor equipo, con una buena imagen, pero además con la elocuencia de un profesional hablando de su tema, ya sea complejo o trivial, con facilidad, con mejor lenguaje y el aire de expertos.

De esta forma, los primeros videos en las búsquedas, ya sea para ensartar una aguja, preparar snack nutritivo, resolver un problema con la computadora, saciar una curiosidad de psicología, de música o de historia, serán los que cuenten con mejores recursos desplazando a aquellos bienintencionados pero que no tienen atractivo.

Así como abejas sobre miel, reproducimos los videos con mejor producción porque asumimos de inmediato que tienen mejor contenido. Y así, damos el tan sencillo, tan cándido pero al mismo tiempo anhelado “me gusta”, donde nace la industria de una nueva era de generación de contenidos.

Casi todas las empresas dedicadas al entretenimiento ya tienen sus propios canales, suben sus propios videos y son los primeros en la línea para captar las visitas. Son también los primeros en atraer aquello que sobresalga en las redes sociales, ya sea gente, ya sean contenidos, con lo que confirman su empoderamiento. La televisión no ha dejado de ser el medio masivo de comunicación por sobre otros que van creciendo y cada vez más llenan sus propios espacios con lo que encuentran en las redes sociales, replicando hasta la saciedad todo aquello que sea útil para salvar su inmenso vacío.

Hemos visto cómo la publicidad se ha convertido también en el gran mecenas de nuestro tiempo. Si algo es exitoso, tendrá publicidad, una publicidad que además pareciera observarnos e ir dirigiendo lentamente nuestros intereses como un Big Brother buena onda que nos orienta con comerciales bonitos y luminosos hacia lo que “necesitamos”.

Es posible ver que cada día el sueño de YouTube es lentamente tomado por empresas que se dedican exclusivamente a hacer videos, dejando en un tercer plano al esfuerzo individual. Así, las mismas empresas de siempre se han metido de lleno a los terrenos de Internet captando a un gran número del público que conforma esta tierra (digital) prometida, en la que todo está (al menos en apariencia) permitido.

Tal parece que el sueño youtuber, tan criticado, tan celebrado desde hace unos años está cambiando rápidamente. No es que augure su extinción, pero sin duda hacer saltar a los gigantes tendrá su costo, tal vez no ahora, pero sí en un futuro. Esta generación youtuber incomodó a la industria del entretenimiento que vio menguar sus fuerzas y ahora ha reaccionado con su habitual apetito temerario por el dinero y como niño envidioso se apresura a arrebatar la pelota.

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