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Colombia, ¿qué Dijo el Paro? /María Isabel Rueda
Colombia habló. ¿Pero qué dijo? /María Isabel Rueda, El Tiempo (Colombia), 24 Nov
El Presidente tiene que dedicarse a escarbar para descubrir qué fue lo que dijo el país que habló. Porque lo que muchos logramos detectar fue una marcha anárquica, de gente frustrada, en la que hubo una coincidencia de descontentos de la sociedad y con el Estado y una acumulación de asuntos además insatisfechos en el transcurso de varias décadas. Cuentas históricas por cobrar a varias generaciones.
Es decir, la marcha tuvo motivos muy complejos, algunos incluso contradictorios entre sí, envuelta en un estado de ánimo difuso de inconformidad.
Aquí los interlocutores no eran las centrales obreras, convocantes del paro; ni los políticos de oposición, que trataron de azuzarlo; ni los políticos tradicionales contra los que también protestaban los marchantes. Ni la Iglesia, ni los partidos ni los medios, antiguos intermediarios de la democracia, que ahora han sido sustituidos por las redes sociales, que proporcionan una democracia directa.
Pero los marchantes tenían un común denominador: el disgusto contra el Gobierno y con la forma como Duque está, o proyecta estar, gobernando.
Ahora: los vándalos y los infiltrados, y no es que sus agresiones contra la infraestructura y la autoridad no fueran graves, no lograron ser los protagonistas de la marcha. Pasaron a segundo plano ante la contundencia que casi todo el día tuvo una multitudinaria y pacífica manifestación callejera, que cerró con un espontáneo y sonoro cacerolazo. Ni la influencia castro-chavista ni los vasos comunicantes con el Foro de São Paulo pudieron demeritar la contundencia de esta marcha, cuyos integrantes, sin distingos de edad, sexo o clases sociales, y sin necesidad de influencias externas, expresaron libremente rabia, indignación, odio y resentimiento.
Y lo que es peor, el tiempo para gobernar se está agotando. No puede ser que el primer resultado de la marcha del jueves sea que el país no podrá volver a bombardear. Ni a legislar.

En cuanto a lo primero, los enemigos del Estado le temen sobre todo al armamento aéreo, prácticamente el único que los disuade y los derrota. Y que disminuye de manera notable el riesgo de vida de soldados y policías. No se necesita ser adivino para presumir que después de lo sucedido en San Vicente del Caguán aumentará el número de menores reclutados y se complicarán de manera grave las incursiones de la Fuerza Aérea.
En cuanto a lo segundo, volver a legislar sobre importantes proyectos, su suerte también queda en veremos. El paro deja varios temas intocables, así ellos contengan las mayores razones de inequidad que existen entre los colombianos, como sucede con el régimen de pensiones, en el que los más altos subsidios van a las pensiones más elevadas. Ni aun el importante anuncio de que en medio de la pauperización del crecimiento latinoamericano Colombia podría obtener un respetable entre 3,3 y un 3,5 %, parece servir.
Solamente crecer ya no dice nada si Colombia no se da el lapo de luchar contra la mediocridad y la injusticia. El Gobierno está obligado a hacer estas discusiones técnicas y a socializarlas, entre otros, con los promotores del paro.
Pero quién sabe si ellos ya se taparon los oídos para apoyar al Gobierno en el combate contra la informalidad, o para imaginar figuras audaces y creativas para flexibilizar el empleo, porque un alto desempleo, acompañado de aceptables tasas de crecimiento, ya no le dice nada al país. Para no hablar de la reforma a la justicia, cuyos representantes más caracterizados iban en la primera fila de los marchantes, y que han taponado y hasta con chantajes los últimos esfuerzos de varios gobiernos por reformarlos.
En el capítulo que sigue, todos los ojos están puestos en el gobierno Duque y hasta en el Congreso mismo, porque sus miembros no se pueden sentir ajenos a lo que pasó el jueves, que también era contra ellos. De manera que más que por el paro, que empanicó al país, los colombianos debemos estar asustados sobre la eventualidad de que este gobierno no esté dispuesto, o no tenga la chispa, para desmenuzar el mensaje, identificar a unos interlocutores mezclados desordenadamente en este paro nacional, y que solo se contente con defenderse, acorralado; y quede paralizado ante la situación, en lugar de empezar a buscar gobernabilidad en el Congreso, concretar políticas que logren traerle nuevo aire al Gobierno y abrir, como sea, el escenario de un espectro político incluyente, insisto, hasta invitando a la mesa al ELN.
De lo contrario, Colombia puede que haya hablado. Pero seguiremos sin saber qué dijo.
ENTRE TANTO… El secuestro en Colombia ha bajado un 49% durante el gobierno del presidente Duque. Y ya son casi 30 días sin voladuras de los oleoductos. ¿Un mensaje?