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Sí que Pasa / Juan Carlos Girauta (España)
Sí que pasa / Juan Carlos Girauta, ABC (España), 31 Dic
Los colegiales creen que el fin del mundo se acerca y sus mayores piensan que nunca pasa nada. No en el clima, sino en el sistema democrático. Como si nuestras libertades, prosperidad y bienestar fueran un regalado fruto silvestre que puede darse por descontado.
«Las experiencias de mi larga vida me han convencido de que nunca sucede nada» fue la respuesta que en 1895 dio el estadista sir William Harcourt, siendo Chancellor of the Exchequer, a la pregunta «¿Qué sucederá?». Se la había planteado el oficial de veintiún años Winston Churchill.
«Desde aquel momento nada ha dejado de ocurrir», se lamenta este último al rememorar el episodio en un libro redactado a principios de los años veinte del siglo XX, sin sospechar lo que todavía les quedaba -y en concreto a él- por delante.
Aquí, donde vivimos en la misma convicción que Harcourt, donde la verdad judicial del golpe de Estado separatista de 2017 es que fue una ensoñación, y donde se tiene por alarmistas a quienes señalamos que las costuras del sistema están al límite, ha resucitado el cantonalismo, enfermedad infantil del federalismo, un siglo y medio después de liquidado.
El anarquismo stricto sensu es inseparable de aquel furor localista, igual que el anarquismo lato sensu lo es del furor actual.
En las legislaturas en que fui diputado a Cortes (¡tres años y medio suman entre las tres!) me desazonaba constatar cómo el tiempo de los plenos se consumía en la exposición de agravios territoriales. Era la consecuencia inevitable de la atomización: un grupo parlamentario de nacionalistas vascos, otro de separatistas catalanes, un grupo Mixto donde otro partido separatista catalán tenía mayoría y repartía su tiempo con diputados que se ocupaban en exclusiva de Canarias, del País Vasco…
Súmese lo anterior a la práctica del grupo podemita, que arrancaba más minutos que nadie porque, contrariamente a los otros partidos nacionales, tenía «confluencias» que debían tomar siempre la palabra. Profesionales del agravio gallego, del agravio asturiano, del agravio valenciano, del agravio canario, se sumaban a los habituales virtuosos de los agravios catalán y vasco.
Solo los regionalistas navarros parecían entender que cada uno de los 350 diputados representábamos por definición a todo el pueblo español.
Ahora Teruel existe e inviste, y León acaba de captar las reglas del perverso juego. Nuestra democracia ha premiado sistemáticamente al que exige trato diferencial, al que requiere privilegios (y ni obteniéndolos se contenta), al desleal.
He ahí el origen del problema. Uno gordo.
La preferencia sanchista por el separatismo, la asunción por el PSOE de los esquemas nacionalistas del PSC, redoblan las fuerzas centrífugas. Madrid también es nación, nos comunicó el socialista Franco. Iceta ha contado ocho o nueve. Le llaman España plurinacional a la muerte de la nación de ciudadanos libres e iguales.
Pero tranquis, que nunca pasa nada.
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